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En un contexto social política y culturalmente atrasado, los ciudadanos se guían por el perfil de los candidatos a la hora de votar. Los problemas crecientes de "Podemos" radican en sus vaivenes, desafortunadamente representados por la personalidad de su absorbente líder, Pablo Iglesias, un sujeto autoritario y de variable humor manejando su cortijo. En el orillo lleva la marca pública de la ambición y el capricho, secundados por sus empíricos adláteres de la Complutense. No es tan peligroso para la salud pública y el futuro patrio como Albert Rivera, pero este último sabe disfrazar mejor las densas penumbras de su alma. En un país más civilizado y sin la memoria en ristre, las percepciones primitivas carentes de reflexión lo son casi todo. Luego, en esta España, lobotomizada en su hipocampo izquierdo, manda el primitivismo, refractario a innovar. El líder de "Ciudadanos" explota su juventud mejor que Iglesias la suya, por eso declara que prefiere el joven Felipe González a Aznar como modelo presidencial, aunque él se parezca más al González actual, viejo, vencido y entregado a la derecha. El otro sabía sonreír, ocultando su cesarismo en ciernes. Justo lo que el siniestro Rivera, auxiliado por su aspecto, escenifica muy bien. Por cierto, tan mal como lo hace Iglesias.