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viernes, 29 de mayo de 2015

LA HORA DEL DESCRÉDITO

    Jorge Javier Vázquez. El embrutecedor televisivo más célebre


La bufonería de los perdedores políticos en España es plato apetecido por el payaso televisivo Jorge Javier Vázquez y su infumable "Sálvame". Declaró que "mataría por conseguir a Eduardo Inda y Francisco Marhuenda", dos esbirros periodísticos. Otro de sus tenebrosos sueños es Luís Bácenas. No menciona a la absurda Esperanza Aguirre, Cospedal,su paje Floriano, y cualquier miembro de gabinete de Rajoy, incluido el bastonero mayor. Cualquiera de ellos sería capaz de divertir a los que buscan masticar carne podrida, y bien agusanada en la caja tonta. Es la otra cara del castigo que el tiempo destina a personajes miserables a punto de caducar, como los yogures de Diaz Cañete; aquel ministro del que nadie se acuerda, ni siquiera cuando los consume. Someter a escarnio a los que, gobernando aún, han destrozado el contrato social, es saludable. Con independencia de nuevos verdugos, como el tal Vázquez y los que vayan apareciendo en la TV, el hecho retrata el descrédito público de quienes se creían impunes "saqueando España", como bien dijo Cospedal por culpa del subconsciente. lo que antes comportó un drama, vigente aún para millones de familias, se ha transformado en un sainete cómico, prólogo del proceso judicial por corrupción que varios de ellos padecerán. Pasó con los robos del caso "Palmarena", también en Valencia y otros territorios, no todavía con ejemplaridad. Luis Bárcenas fue una suerte de chivo expiatorio, por eso lo quiere "Sálvame". Ya en el "Intermedio", que hace crítica social y política en contra del sistema, el humor sirvió a la verdad. No en el predio infecto de Vázquez, la Esteban, Kiko Hernández y otros bufones de baja estofa.

Pero aún es temprano para que los chorizos salgan masivamente de la caja, como los payasos a resorte. No menciono a los alcahuetes de pago que desfilan por las tertulias, al llevar su largo recuento muchos más renglones. Sabemos quienes son estos otros payasos sin maquillaje. Vázquez se conforma mencionando a un par de ellos. Sin embargo, el hecho es que, cada día más el público no se los toma en serio. El ridículo, no es otra cosa que la realización parcial del descrédito. Y éste, despunta mayores alcances en su plena realización por más que los poderes les protejan y amparen.

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