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lunes, 11 de mayo de 2015

EL MIEDO...

 No es el único fantasma activo en los malos sueños españoles


Me decía ayer mi mujer, que antes de conocernos había pisado España durante dos viajes académicos en los años 90, percibiendo a la legua durante el año y medio de convivencia posterior en el barcelonés: "Los españoles tienen miedo". Cuesta entenderlo, porque la alianza objetiva de sus políticos del centro y la derecha han destrozado cantidad de beneficios sociales, entre ellos los más elementales. Y ahora continuarán apoyando a los peores, sin temor a caer más bajo". Prosigue María Aparecida: "La Unión Europea les caló hondo, y eso agrava la huella del franquismo, por todo lo que se sigue perdiendo, a tenor de la Europa Alemana que imponen Berlín y Bruselas. Muchos españoles no lo terminan de ver, y viven del pasado inmediato, imaginando que las reformas son correctas, por fuerza mayor, para recuperar lo perdido en estos años. El orgullo europeísta de una población envejecida y poco cultivada pesa más en la balanza. Por desgracia, eso es así. Y en el fondo, lo comparten hasta "Podemos" junto a otros sectores de la izquierda que, en realidad vienen a ocupar un espacio de centro. Olvidan, claro a los trece millones de pobres y carenciados, junto a un paro brutal."

Doy fe de que todo ello es cierto, y sumo mi experiencia desde el 82 hasta el 2013, residiendo en un territorio donde el trato social era civilizado, aunque también la débil politización, unida a un gran peso del bipartidismo, de voto poco cualificado, el decisivo de los bancos, y una absoluta desmemoria histórica. El miedo soterrado a confrontaciones civiles primaba por sobre cualquier otro factor. En Catalunya, mi tierra de origen, el nacionalismo conservador era, además de un negocio favorecido por la dominación oligárquica local, a través de la lengua diferencial, y a la machacona propaganda, una válvula de escape anti españolista, al identificar, no en balde, el nacionalismo español con el franquismo. Lo mismo sucedía en el País Vasco, con el agravante del terrorismo etarra. Lo que fallaba, y permanece aún lastrando el futuro patrio, es la frágil conciencia social y política de un mapa donde las nacionalidades no han conseguido articularse, como por ejemplo en Francia, por efecto de una disputa interburguesa que se prolonga, impidiendo una integración global. La crisis actual, que ya dura siete largos y dolorosos años, llegó para quedarse mucho más tiempo, a menos que se adopte un programa económico y social centrado en la equidad, la justicia y el pleno Estado de Derecho. No éste mismo, tramposo y venal, donde los tres poderes del Estado Monárquico heredado del franquismo, conspiran en sentido opuesto. Y no parece que el conjunto de la sociedad, al menos en lo inmediato, recoja el guante del desafío por un necesario cambio de modelo, republicano social y federal. El miedo la paraliza, de arriba abajo. No es el único territorio europeo donde el temor a romper las cadenas ennegrece el horizonte. Aunque por ahora, junto a Grecia, somos los más perjudicados al no atrevernos a enfrentar lo que el destino y la fatalidad geográfica nos deparan.

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