Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

sábado, 10 de mayo de 2014

LA CULTURA EMOCIONAL


Hace tiempo me harté de los discursos intelectuales con pretensión rebelde que citan clásicos para documentar hechos, sin que los sentimientos del autor se dejen ver. En la prensa española virtual pululan como abejas sin dar miel. No daré nombres. Quien siga mis comentarios no tardará en identificarlos. En El Diario.es, Público e Info Libre abundan, casi sin excepción. Leyendo a cualquiera los lees a todos. Son las fórmulas que emplea la izquierda académica y política en España y otros países del sur europeo. También algunos autores de poemas y novelas, o críticos menores. Ellos reflejan-exceptúo de la plaga al periodismo de investigación, el más objetivo, documental y útil de todos- la debilidad de las élites emergentes. La crisis de orfandad ideológica tras el fracaso comunista y la permanente capitulación de la socialdemocracia arroja este penoso saldo. Forjar un nuevo credo moral y político, trazando hojas de ruta, es complejo asunto. Creo sin embargo, que la iniciativa privada y el espacio social desempeñarán un futuro rol mancomunado, partiendo de otras bases morales, haciendo de la universalidad la patria del equilibrio ciudadano y la auténtica democracia política. Esta filosofía debe comprender a los empresarios y asalariados. No por cierto, a quienes actualmente depredan la fuerza de trabajo, corrompiéndose junto a muchos políticos y las fuerzas sindicales.
Hay modelos sentando hoy mismo precedentes aceptables. Suecia, Noruega, Finlandia y Dinamarca, por ejemplo. Allí derechas e izquierdas se consustancian con el interés nacional, apostando por la educación y el estímulo a la juventud. No son un santoral, claro está. Carecen además de una visión universal; de ahí los brotes ultras de naturaleza criminal y xenófoba en el seno de estas sociedades, relativamente pequeñas. Su grandeza radica en que los niveles de corrupción y ausencia de patriotismo están bajo mínimos.
Otro ejemplo potencial lo reflejan algunos países sudamericanos, desarrollando políticas sociales inclusivas, avanzadas, y objetivamente antiimperialistas. Uruguay despunta en estas lides. Brasil y otros lo intentan, enfrentando fuertes presiones imperiales y financieras tras la década perdida de los años 90. Incluso el gobierno Obama es positivo pese a sus contradicciones, aunque sólo puertas adentro.
Son vectores a rastrear con minucia ante esta deriva, donde todo parece hundirse sin que las ideas salgan a flote en pos de un necesario rescate social planetario.
Por desgracia, Europa avanza en sentido contrario. El poder absorbente y corruptor del Imperio Americano fue imitado por la Alemania Unificada. El capitalismo de las finanzas articula estas dos potencias en la tareas de explotación y subordinación de las fuerzas del trabajo. Antes, el reparto mundial se establecía entre la URSS y los EEUU. Ahora mismo, una nueva potencia, superando a los imperios de occidente tallará con nuevos bríos en esta merienda: China.
No puedo adivinar lo que aguarda a la humanidad en un futuro próximo. Ni siquiera cómo el viejo continente saldrá del presente atolladero, suicida a la postre.De momento no cuenta en su haber con fuerzas emergentes que resuelvan la ecuación en favor de la inmensa mayoría de sus ciudadanos, paliando los dramas de su esquilmada franja sur.
Nada augura que el pensamiento dominante se debilite y el débil se refuerce en lo inmediato promoviendo nuevos líderes. Porque esto, señores asamblearios del nunca jamás, supone liderazgos. Para que ello se realice no basta el intelecto. Cuenta la potencia humana de sus contenidos, proyectada desde una cultura emocional, patriótica y a la vez universalista. Es lo que echo en falta y tarda en resolverse.
Me pregunto cuánto más habrá que sufrir y retroceder en el modesto grado de civilización que alcanzamos antes de la crisis, para que los sentimientos florezcan potenciando la rebelión final, abriendo así una nueva ruta de progreso. Inevitable, y sobre todo necesaria como el aire, afirmando la dignidad que exige integrar humanamente la Naturaleza y esta madre Tierra.

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