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miércoles, 7 de mayo de 2014

EL CULMEN DEL DESPROPÓSITO Y LA SINRAZÓN



España vive el culmen del despropósito y la sinrazón. Desde el gobierno, la curia y las corporaciones empresariales, hasta ciertos consistorios y gobernaciones, se dicen cosas aberrantes, impropias de cualquier país más o menos civilizado. Frente a tanta miseria moral, ventilada en las tertulias desde todos los medios en radios, TVs, y la prensa impresa (esta última en manos de la derecha), no hay una oposición valiente y organizada. Mientras la miseria popular alcanza cotas nunca vistas desde la posguerra civil, estos parientes del franquismo imponen su presencia dominante en las formaciones políticas, mientras la izquierda, en todas sus versiones (de ellas excluyo expresamente al PSOE), no consigue atricular un frente único social que dispute el poder a esta oligarquía logrera, sumisa con los poderosos del extrarradio, y cruel con la mayoría de los ciudadanos de este país.
Día a día se destapan nuevos escándalos y pruebas de corrupción originadas en su seno. Con ellos despuntan incesantes medidas confiscatorias del Estado de Derecho, afectando sueldos, servicios y libertad de expresión. Las cifras de paro, pobreza y desnutrición infantil se incrementan, en medio de mentiras oficiales intentando secuestrar la verdad de un país que retorna a las cavernas, comparativamente más, que el resto de territorios afectados por la voracidad del IV Reich y el poder financiero planetario.
A la devastación material y su altas cotas de desvergüenza pública, prepotencia e impunidad, se agrega la postración moral. La desafección a los partidos actuales sin contrapartidas organizadas, refleja eso mismo.
Cualquier revolución de principios justos en la Historia contó con una vanguardia juvenil. En España, los jóvenes desocupados alcanzan un virtual 60%, sin contar los que trabajan por monedas y aquellos que debieron emigrar, en procura de un porvenir menos gravoso. La desmoralización creciente de esta franja social, descreída de los partidos actuales y su constante juego de abalorios, no promete rebelión alguna. Tampoco parados que ya no son jóvenes. Por todo ello, el panorama se presenta aciago en esta honda crisis social y política. En la etapa presente, muchos se aferran a su puesto de trabajo, relativamente estable, con el temor de perderlo y dispuestos a soportar lo que venga. El partido en el poder y sus falsos opositores basan sus miserables acciones en todo esto. Saben de la indefensión que reina en una sociedad quebrada, de voto aborregado y que recién comienza a despertar de su añeja molicie.
Antes de que despierte del todo muchos morirán por desatención, asco (también mata), mendicidad frente al hambre, y desesperación, cuando no una criminalidad de base que, a falta de soluciones colectivas, pronto dará signos de existencia. La veloz mutación laboral transformando a los que trabajan en pobres garantiza sumisión, no rebelión. Es una estrategia perversa, aunque eficiente al corto y mediano plazo. Se ensaya en todo el continente con éxito hasta el presente. Lo peor de todo radica en que la emergencia social consiguiente no asoma en ninguna parte. Lo hará sin duda, no sin que antes quienes causan esta crisis brutal y ganan fortunas con ella, envíen millones de almas al cementerio.

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