Jorge Mario Bergoglio, alias Francisco I, tras la fumata de ritual fetichista, ahonda la decadencia
vaticana como faro del cristianismo. Enemigo extremo del matrimonio gay,
la despenalización de las drogas y otros asuntos vitales para el
progreso humano y social, no se contó entre los sacerdotes que enfrentaron
la dictadura militar asesina, entre 1976 y 1982, fecha que inauguró la
democracia en la Argentina, tras años de despotismo cuartelero y mucha sangre derramada. La tradición
conservadora de la iglesia local es bien conocida en el mundo. Ella nutrió el viejo espíritu castrense y sus golpes de Estado con puro veneno, desde 1930, prologándose hoy mediando actores civiles y empresariales de la derecha. Este
papa, horneado en la intolerancia y el medioevo, hace honor al peor legado teológico; acorde con los tiempos de
inequidad social. Es probable que el fulano empeore la gestión del retógrado Ratzinger. La decadencia de un sistema en la UVI, precisa de servicios tan cualificado para morir del todo.
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