Spruille Braden en 1945. Bergoglio ayer.
Spruille Braden, el embajador americano que
nucleó a los opositores del entonces coronel Perón en 1945, y el nuevo
papa, populista de derechas y representante del poder financiero
europeo, conectado al globalizador. Su misión es doble: encabezar a los
quebradizos aunque feroces neoliberales argentinos, y neutralizar, desde
el Vaticano y los centros financieros del viejo continente, a los gobiernos populistas latinoamericanos, apuntando a
Cristina Fernández en primer término. La Historia vuelve a calcar huellas del pasado en circunstancias diferentes.
La muerte de Chávez y las
dificultades económicas argentinas en concreto, facilitarían el plan, grato a las multinacionales; el verdadero poder en el mundo globalizado. Es a falta del vigor político y económico que exhibían Washington y los políticos europeos de la posguerra que se apela a la corrupta y desprestigiada curia vaticana, a través de esta designación, basada en el catolicismo que aún pervive en la región con bastante fuerza. Se intenta controlar el desarrollo económico regional, poco conectado al FMI y el Banco Mundial en esta pujante etapa independentista, de potencia transformadora emergente y, capaz de establecer nuevas reglas de juego en Occidente.
Para el caso, la sacra faena encomendada a este individuo, de tenebroso pasado, empezará por casa. De ahí el excéntrico retorno vacacional durante la Semana Santa a Buenos Aires.
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