Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

martes, 2 de febrero de 2010

TOMÁS ELOY MARTÍNEZ: EL MUERTO POCO MEMORABLE. UNO DE LOS DE ELLOS...

Que "La Nación" destaque su "relación memorable" con el periódico de los Mitre, constituye el obituario ideal para alguien que partió hacia el seguro olvido.

Hay hacia ciertas famas marchitas tiempo ha, una reverencia especial llegada la muerte. Se la dedican personajes y órganos que sirven a determinados intereses culturales, en general minoritarios en valor espiritual, aunque escuchados los primeros y comentados con luto retinto por quienes integran los segundos.

Tomás Eloy Martínez es el producto argentino de una época canalla, signada por el arbitraje militar de los asuntos de Estado. Periodista de origen, devino escritor de textos posteriores, alumbrados entre exilios y parciales retornos al pago.
Su destacado rol en "Primera Plana", "Panorama" y otros semanarios de la época de plomo más o menos light que sucedió a la llamada "Revolución Libertadora" se realizó a la vera de Jacobo Timerman (antes de ser secuestrado y torturado por la última de las dictaduras que en principio respaldó). En el periodo yo leía todas esas publicaciones de acuerdo a mi consuetudinaria voracidad combinando periódicos de izquierdas con otros "de actualidad". La pluma de Martinez destacaba en los últimos por su fluidez, siempre adaptada a los límites de la censura. Su habilidad radicaba en ir algo más allá sin franquear las escaleras que daban al patíbulo. Era un producto típico del canon Timerman, de esos que buscan influenciar el poder qué sea, y jamás lo abandonó.

Ante las dificultades políticas y sociales que abordaba el General Lanusse, a la sazón último representante "libertador" de la vieja guardia antes de la inminente reéntre nacional de Juan Perón entre 1972 /74, Martinez lo había entrevistado varias veces en Madrid. De las veladas en el barrio de Puerta de Hierro y su cierto contaco con José López Rega surgieron varios artículos periodísticos, casettes luego comercializados misteriosamente y un libro fundamental sobre el viejo exiliado y su decrépito y peligroso entorno. Así lo defino en atención a los pocos textos específicos sobre el Líder entonces.

Tras redactar el texto, y ya en carácter de exiliado (se había posicionado contra la previa represión militar y la masacre el Penal de Trelew) a más de excelente public relations, se radicó una temporada en Caracas, laborando en periódicos del lugar y suplementos culturales.

Una vez finiquitado el "Proceso", el retorno al país fue cauto y esporádico. Se había instalado tiempo atrás en la Universidad de Rutgers (EEUU), donde dictaba cátedras apadrinado por el profesor Samuel Baily, el primer biógrafo (antiperonista) de Perón.

En esto de los padrinazgos que favoreciesen sus ambiciones literarias, la amplia trayectoria como pluma de alquiler en grandes cotidianos le había franqueado el acceso a importantes editoriales y personajes literarios de peso, como Gabriel García Márquez y el mexicano Carlos Fuentes (el último le dedicó anteayer un imaginativo responso). Algún día se documentará la entraña verdadera de los padrinazgos que dieron lugar a pálidos méritos, transformándolos en pura excelencia. La mafias literarias de un negocio del que viven muy pocos con holgura, cunden a la vera de agentes sagaces y algunas figuras patriarcales. Gremio naturalmente débil, acosado por editores voraces y un público relativamente dócil ante la urdiembre secreta de la fama, depende en instancia última de gobiernos poderosos y robustos monopolios de la información. El reciente difunto lo entendió a la perfección, pues de esas entrañas provenía. Ello explica que una leve pluma haya alcanzado especial difusión y algunos premios internacionales. En España (ya lo dije) nos caracterizamos por otorgarlos haciéndonos eco de lo que resuelven los países centrales, de los que el nuestro (dónde muy poca gente lee) viene a ser una suerte de escudero.

He consumido cuatro libros del póstumo Martínez y algunos de sus artículos pertenecientes al periodo del estribo.

Tres de los primeros pertenecen a su seudobiografías de Perón y Evita.

Los datos puntuales que escalan las edades de Perón son los más interesantes, por su naturaleza periodística. Del primero (La Novela de Perón) cuenta su primera mitad. La otra es ilegible y francamente mórbida en algunos pasajes. El de Eva es inferior al que escribió (también lo dije) nada menos que Abel Posse. En otro artículo de este blog abordé ya a Martínez, de manera que paso por alto su comentada envidia de mi "Perón", para él inalcanzable. El talento y la honestidad no son pasibles de fama, ni muchos o pocos lectores. Lo último radica en una buena promoción, excelentes contactos y la confianza de sectores dominantes en varias esferas. Así estamos en las últimas décadas. Él era consciente de ello y supo hacer los deberes sin que una sola gota de sentimientos humanos cruzase sus renglones. Le gustaba Borges por esto mismo, y por esto mismo él, que había empezando en "La Nación" su carrera de trepador en la pirámide, terminó sus días amparado y sepultado allí mismo, por quienes desprecian a los que no pueden comprarles el periódico, o combaten a los núcleos opulentos de sociedades desiguales, desgarradas por la violencia y partidas por la mitad.

La visión de Perón y el viejo peronismo fue resueltamente gorila. Su único mérito radica en haber proyectado la propia frialdad estructural al viejo exiliado, distante ya del justiciero aquél de los comienzos. Etapa que no investigó a fondo ni mucho menos.

De allí su incapacidad para separar la investigación de la ficción retratando a fondo el apasionante periplo del líder populista y su experimento. De inferior pluma estilísticamente hablando, Félix Luna lo hizo mejor, sin duda, por eso cuándo le preguntaban sobre la veracidad de dichos y aconteceres que Martínez soltaba acerca del fenómeno, respondió":

"Él dice que pertenecen a una novela, y yo soy historiador".

Otros cronistas menos contaminados por el desarrollismo han cuestionado el legado literario y conceptual servido por este hijo reprimido duramente -según confesó- por los padres en la infancia.

Su drama es que nadie le echó un salvavidas. Le prohibían leer y escribir. De manera que debió construirse empecinado y entre hurtadillas, en la mayor soledad. A ella y una especial ubicuidad ante los que mandan debe la posterior carrera periodística y sus intereses literarios. En cambio, la posteridad le deberá poco. Me viene a la memoria un breve artículo suyo en "El Periodista", dónde comparaba a Menem con Evita poco antes de que el primero orinase y defecase sobre su vida y obra una vez asumido el poder.

Así era de visionario Tomás Eloy Martínez, miembro de la mafia que dominó la literatura latinoamericana durante los últimos cincuenta años, cantando loas a García Márquez, Fuentes & cía. Otro escudero, desde luego, al que sus mentores, amiguetes (entre ellos el "pensador" Kovadloff) y amos, le agradecen con lágrimas de papel y garabatos de tinta los tantos servicios prestados.

Desde sus artículos de opinión el muerto respaldó a los generales y coroneles que sofocaron al país durante treinta años. Luego escupió discretamente sobre la tumba del menos asesino y su segunda esposa. Las restantes novelas y artículos pergeñados son olvidables.
Nunca dijo nada que sea merecedor de recordarse con unción. Es justamente lo que distingue a un autor verdadero. Y él no lo era. Sin embargo nunca, ni en su época de exilio y la de distanciamiento dejó el plumífero de pertenecer genuinamente al establishment.

Allí lo velan y por ahora recuerdan. Fue uno de los de ellos...


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