Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

domingo, 28 de febrero de 2010

EL LIDERAZGO PERONISTA O LAS GLORIAS BRAVAS DE "VENTARRÓN".

Entre el Líder del cenit, su encumbramiento totémico que revela la foto superior, y el segundo turno tras el exilio, paseando con López Rega y otros batracios por la Calle Florida en 1974, es enorme la distancia.

Juan Perón tuvo viento a favor en su escalada de poder durante la posguerra. Las arcas del BC desbordaban oro, la miseria europea prometía grandes exportaciones de carne y trigo y el mercado interno florecía consumiendo productos autóctonos que reemplazaban las tradicionales importaciones manufactureras. Pese a una maquinaria industrial obsoleta, pudo reemplazársela parcialmente, sumándole mano de obra. La estrategia de Perón empieza y termina ahí.
El milagro de altos sueldos y beneficios sociales agregados fue posible unos años, que él y sus colaboradores estiraron -no sin dificultades crecientes- hasta 1955. El retorno, tras un largo exilio forzado por el derrocamiento septembrino se benefició del boom de precios que favoreció a las materias primas.
La impresionante alza de la tarifa petrolera vino a coincidir con su muerte, a los 80 años, meses después del florido paseo que registró la instantánea.
En el nuevo turno presidencial del viejo líder jugó un destacado factor el rotundo fracaso de los ensayos políticos posteriores a su fuga. La perennidad de su legado consistió en fundir la memoria de beneficios sociales y una renovada distribución al 50% del PBI, entre empresarios y trabajadores.
Jamás igualado, antes ni después de sus más o menos accidentados tres turnos de gobierno.
La herencia de Perón y su leyenda fueron retomadas en intención por sucesivos caudillos, hasta desembocar en Carlos Saúl Menem una vez restaurada la tan fugaz democracia, fracturada largamente desde 1930, y ya fracasada en parte, a causa de los fallos económicos del radical Raúl Ricardo Alfonsín.

Tras unos breves ensayos que no mitigaron la inflación creciente, Menem cogió el toro por las astas, desarrollando un programa de economía liberal y antiestatista, basado en la ficticia paridad peso-dólar y un endeudamiento creciente, favorecido por el generoso crédito internacional de los ´90.
Durante aquellos años el nuevo modelo austral fue celebrado por los prestamistas de todo el orbe y su vasto aparato propagandístico. Ménem era el gestor ideal para una Argentina lastrada por viejos vicios estatistas. Con él, según los expertos y el FMI, llegaban el progreso y el remate de las empresas estatales. Puertas adentro se operaba una profunda transformación que fulminaba del todo la ya maltrecha industria liviana desarrollando el área de servicios, al tiempo que, imbuído de plenos poderes domesticaba al debilitado sindicalismo -menguado por el cierre compulsivo de fábricas-, doblegando a las alicaídas Fuerzas Armadas, a base de reducirles beneficios y partidas presupuestarias.
Por ello es que hoy "El Turco" se reclama domador de los militares y prócer de la Nación. De poco valen las medallas que pretende ostentar ante el irreversible descrédito público.
Su implacable experimento había estimulado la fractura social en dos polos: los muy pudientes y los más pobres, con una clase media remitida a ambos extremos. El fracaso posterior ya fue explicado demasiadas veces para que vuelva a reiterarlo. Con el derrumbre del modelo y un país endeudado hasta las cejas, la égida totémica del descendiente de libaneses pobres, entregado a la corrupción y los poderes fácticos durante su arrogante y venal gestión, se desvaneció absolutamente.

Menem había explotado- como su mentor ideológico- el mito del "guapo entre los guapos", grato al folclore político desde 1945.
"Ventarrón" es el tango que más se ajusta al populismo criollo; aquél que corresponde al caris´mático fundador, sus muchos laderos y los líderes clientelares que produjo el credo; muy en especial desde desde 1983.
Néstor Kirchner es otra criatura circunstancial amanecida en la tribu. En doble herencia capitalizó el fracaso de la "Alianza" y un ocaso menemista que Eduardo Luís Duhalde no supo ni pudo heredar.
En sus comienzos "transversales" había suavizado su peronismo, igual que hizo Menem y los que integraron junto a los radicales de centro la fallida "Alianza", hasta su clamorosa desbandada.
Ahora, en plena rodada de unos Kirchner empeñados a reivindicar su peronismo setentista, da Menem un paso al frente.
No hay empero, circunstancia del pasado ni del presente que avale algún segmento de su vieja gloria. Amenazado por diversos juicios tronantes y embargado ayer en 100 millones de pesos (unos 20 millones de euros) en otra causa, (por pago de sobresueldos durante sus mandatos), agoniza políticamente en un Club de golf riojano, oficiando de senador de tanto en tanto, hasta que le caigan el probable desafuero y lo demás.
La fugacidad del liderazgo en este peronismo del ocaso responde a variables rigurosas de éxito o fracaso.
Menem prolongó su control partidario y del Estado durante diez años, tomando créditos y capitales del exterior a altas tasas que hipotecaron el país; récord que los Kirchner, montados en el boom sojero, no igualarán. En realidad cualquier proyecto gubernativo requiere bases materiales y una estrategia adecuada, a corto y mediano plazo.
Las contradicciones del liderazgo neopopulista, sujeto a prebendas constantes para los fieles, sobornos escandalosos y falta de voluntad equilibradora en materia social, han vuelto a dispararse. Los números tampoco cuadran, la inflación galopa y los precios internacionales de la soja disminuyeron sensiblemente.
La presencia residual de Carlos Menem no altera el cuadro más que en la anécdota temporal. En caso de que -contra lo que parece- sumara el voto a los senadores oficialistas, retrasaría apenas el retroceso congresual del Gobierno.
Por de pronto, la ruina personal del otrora mandamás es inevitable. La ventaja de partir (yéndose o muriendo) en el momento justo, le cabe al astuto y ladino Juan Perón. Hasta el último aliento le salió redondo.
En cambio Menem y Néstor Kirchner perdieron la ocasión cuando los accidentes vasculares fueron reparados. Ahora, uno y otro padecerán el desgastante efecto de la piedra de amolar que la Historia depara a los supervivientes moribundos.
Puede ser larga la agonía para el segundo, sumando tiempo y penas hasta que el mandato de su mujer concluya. Después lloverán los juicios y demandas.
En lo que a Menem respecta, el presente es el penúltimo acto, con el símil de "Ventarrón" transitando cuarteles de invierno, sin leyenda ni tango alguno que lo memore.
Releyendo su letra y siguiendo los compases del que le cabe, el personaje se nos retrata tal cual.
"Era el malevo mentado del hampa"...

Abajo. Menem con el "quincho" que gastó una temporada de rugiente poder, y más abajo todavía, luciendo en el ocaso piolines blanqueados por el tiempo.

De "Padrino" menor a virtual momia del apartado...







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