Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

miércoles, 17 de febrero de 2010

ESTELA CARLOTTO: LA VERDAD ABSOLUTA Y LA REALIDAD SECTORIAL

La señora Estela Carlotto el año pasado, cuando aún no comparaba mediando dulces requiebros, a la Presidenta con su hija desaparecida.

Ayer quedó pendiente mi comentario sobre las declaraciones realizadas por la señora Carlotto a dos reporteros de "La Nación".

No puedo más que lamentar buena parte de ellas.

Ante todo aplaudo lo que vale de su larga lucha por recuperar, junto a otras abuelas, la identidad de los nietos secuestrados y servidos en bandeja a muchos represores en carácter de "adopción". Sin la tenacidad y el valor de ella y sus compañeras no hubiera sido posible rescatar a cien personas. Faltan aún cuatrocientas, cifra nada desdeñable y que Las Abuelas de Mayo irán reduciendo con la ayuda de los argentinos conscientes.

Sin embargo, cabe puntualizar su respaldo a la gestión de los señores Kirchner, refrendado por especiales afectos hacia Cristina Fernández, comparada por Carlotto nada menos que con su hija desaparecida. Esta sorprendente simbiosis emocional convalida, al parecer, afirmaciones más audaces y engañosas.

Es cosa cierta que la pareja presidencial brindó rango de Estado a la continua presencia de las Madres y Abuelas en la Casa Rosada. Ni Alfonsín, y mucho menos quienes le sucedieron, llevaron el apunte a los reclamos de audiencia en nombre de la memoria histórica de un país herido por la injusticia y el terror dictatorial durante muchos años. Los Kirchner torcieron ese rumbo arrogante, favoreciendo desde decretos y medidas congresuales la abolición del absurdo "Punto Final" y la infame "Obediencia Debida". Tampoco hay que decirlo, el cuadro económico del país es el de siete años atrás.

Pero de ahí a ponderar la gestión política y social de esta pareja de poder, poniendo en duda su venalidad económica y la ausencia de real sensibilidad por los excluidos que el abominable modelo de Carlos Saúl Menem impuso durante diez largos años -sobrevivido hoy-, media un abismo.

Las claves de corrupción clientelar de la clase política y los negocios del oficialismo (desde los chóferes y mandaderos hasta los altos cargos, pasando por los "gordos" sindicales) permanecen firmes. Es más, la miseria, lejos de remitir se ha extendido al 30 % de la población; multiplicándose la delincuencia estructural, el agrandamiento de las mafias y los asesinatos callejeros, o los perpetrados en cualquier circunstancia y lugar con fines de robo, y una venganza social agregada de rasgo feroz.

Pese a sobrados indicios que señalan lo contrario, Carlotto no cree que se robe de continuo desde el poder. Las cifras que tienden a convalidar la certeza desmienten el aserto. Manifiesta respeto frente a lo que cada vez más argentinos detestan con nombres y apellidos.

Con razón critica la impostura de Cleto Cobos y su doble juego, el desbarrancamiento de Elisa Carrió y algunas incoherencias de Pino Solanas. Habla de personas que la defraudaron no sólo a ella; a muchos ciudadanos que desean con fervor la esencia republicana para esta democracia, tan renga y sectorial como francamente impiadosa.

Pero, además de los nietos que ella y sus compañeras procuran rescatar para la vida y la verdad hay nietos que nacen muertos o que viven apenas; cientos de miles que mueren cada año por falta de nutrición, el consumo generalizado de la droga y la violencia que trae la miseria en sus alforjas. A estos nietos de otras familias, excluidas del consumo y los derechos ciudadanos, no les presta Estela ninguna atención.
No son cuatrocientos, señora, son mucho más los que deben rescatarse para la vida, día a día, mes a mes, año a año, rondando este Bicentenario independentista tan dependiente de la tragedia cotidiana que sumerge a muchísimos argentinos. Ni qué decir de los bolivianos o paraguayos que no votan. De sus hijos y nietos. A esos ninguna migaja clientelar les cae, salvo la explotación más bestial en un país que fue modelo de bienestar y progreso para los inmigrantes.

¿Sabe señora, qué el Gobierno utiliza a su control del Poder Judicial para desatar pleitos y causas contra gente que lucha por sus derechos? No sólo me refiero a los obreros de Kraft, sino a los tobas y a rebeliones cívicas del interior prestamente sofocadas por una lluvia ácida de edictos judiciales y rigurosos procedimientos de las fuerzas del orden. Anteayer un artículo de la "Fundación Gino Germani" en "Crítica" lo explicaba con lujo de detalles. Esta democracia de diseño, grata a ricos y famosos, articula sus perversos reaseguros para que todo siga igual. Y los Kircher la sirven fielmente.
Otro aspecto poco agradable de sus declaraciones la sitúa discriminando a los policías. Ella tiene en la cabeza a los actuantes durante el "Proceso" bajo las siniestras órdenes de Harguindegui, Massera o Saint Jean.

¿Cómo negar que los actuales polícías se ganan 27 años después el pan y alimentan a sus familias arriesgado el pellejo en las puertas del infierno? ¿O es qué si tiene la desgracia de que le roben el bolso en la calle o la lastimen, pedirá acaso ayuda al cura de la parroquia, o al frutero de la esquina?

Otra cosa es la corrupción policial, una más entre otros estamentos, tan o más podridos aunque el aroma de los mismos se envuelva en fragancias de lavanda.

Carlotto tiene en cuenta sus intereses, sagrados en verdad, aunque no menos sagrados que el grito del Himno Nacional y sus ecos, presentes en los que combaten por sus derechos y una sociedad mejor.

No voy a mezclar su dignidad con la tan escasa de Hebe de Bonafini, aunque formalmente les quepa razón a ambas en su objetivo manifiesto de castigar represores, recuperando la verdad de una época atroz.

Sobre la segunda ya realicé expresos comentarios. Le placen los tiranos populistas (y no tanto), convalida a la ETA, y con eso me basta, aunque no explique otros de sus turbios comportamientos. A Carlotto la respeto; si bien queda claro que algo menos que antes de estas declaraciones.

La verdad que esgrimen ella y sus compañeras continúa siendo absoluta; aunque sectorial, de no hermanarse a otras tan necesarias para el avance de la democracia y su imprescindible equilibrio social. Mi crítica apunta a lo que está convalidando esta Presidenta de las Abuelas de Mayo, desde su prestigio incustionable. La opinión de los honorables debe servir a la verdad en toda su extensión. Si se remite a convalidar la suya desfigurando otras que hoy son decisivas, del referente mengua su credibilidad, y por desgracia el elevado valor de la causa que embandera.
No faltará quién esparza el veneno de la duda. ¿Mediarán subvenciones y prebendas, viajes e incesantes reverencias oficiales ante semejante copla? ¿Lo hicieron previamente? No lo sé ni me interesa especialmente.
Presumo que las causas nobles y justicieras se defienden desde los principios y la rigurosa circunspección.
Sé a ciencia cierta que cruzar esa barrera es matar la esperanza. Y la esperanza, señora Carlotto, es el oxígeno de la vida...


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