Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

martes, 9 de febrero de 2010

UN ILUSTRADO LORO BARRAQUERO DEL PODER.



El loro original y este otro, pachorriento director de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, Argentina.

Todo poder dominante acredita sus loros barraqueros, debidamente enjaulados. A la imagen aviacea la sigue una presencia humana. Parece mi abuelo o cuándo menos mi tío, y eso que uno tiene su edad (que es la suya exacta). Hablo del señor Horacio González, Profesor universitario y con el cargo señalado merced a los señores Kirchner.

Con los Verbitsky forman una piña teórica, integrada por los que justifican elípticamente el poder y los millones, agazapados en las migajas que ellos reciben por el favor desde los medios y el cargo.

A González le giré el primer volumen de "Perón. Luz y sombras": no sólo acreditó mi envío, su agradecimientro de puño y letra protocolar le sucedió a la brevedad.
El segundo tomo lo llevé personalmente, y del mismo nadie acusó recibo, ni nada. Claro, del primer trabajo al segundo mediaban la audacia por alcanzar el poder, y su realización decadente, corrupta y fatal. Obviamente no le gustó el segmento porque, entre otra cosas retrata a los mercenarios de su estirpe, quienes se venden por unos honores que el tiempo desvanece para siempre, en tanto y cuánto no se investiguen las concupiscencias en determinado momento histórico. Hecho que no obsta para que inmediatamente urdiese el susodicho una seudobiografía de Juan Perón, suerte de acto reflejo en otros plumíferos tras haber leído mis labores al respecto.

González es una variante de lo que Castiñeira de Dios fue para el nefasto Carlos Saúl Menem. O sea, el bibliotecario magno que entrega su erudición literaria y habilidades transformistas a los que mandan. En su deposición del día de la fecha, perora el caballero sobre las conspiraciones argentinas en la Historia. Pone en juego su erudición enciclopédica, los usos del latín y algunas definiciones freudianas. Lo demás es artilugio, pirotécnia, pura cáscara cuando la moral escasea.

No voy a reproducir un artículo de la fecha, accesible en la web de Página 12, vocero de las especies, salvando un imperdible remate que paradojalmente fulmina al urdidor y sus mandantes.

"El saldo final de la Historia no se parece a la conspiración; de tantos proyectos resquebrajados; de tantas promesas vanas, de tantos cálculos sobre bases inciertas, de tantas especulaciones en el vacío, al final lo que queda lo llamamos objetividad y conocimiento colectivo. Sin ellos la política queda huérfana. Esta lucha será ganada por quienes refunden la objetividad social en la Argentina, forma esencial de justicia".

El grado de objetividad verdadera se acredita en un poder que en los útimos dos periodos presidenciales sostuvo de hecho la exclusión social, aprovechando la circunstancia para quintuplicar bienes propios. Ante la evidencia flagrante, este ilustrado mercenario pone las espesas barbas en remojo.
El "quienes refunden la objetividad social" presupone que sus amos carecieron de la justiciera virtud. Sin manifestarlo lo insinúa, permutando el término "Justicia" por el otro, mucho más ambiguo y adaptable a cambios de clima. Lejos de explicitarlo, este intelecto acomodaticio sin la base de carácter ni personalidad que le autoricen la independiencia ensaya la cierta incógnita que depara el porvenir.

Tal como los domésticos loros barraqueros, habituados a repetir los dichos del entorno desde la jaula, Horacio González se hace eco de los crecientes hervores de un vecindario al que pertenece.

Desde el privilegio y los magros honores, no dubt. Así le irá...




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