Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

viernes, 3 de julio de 2009

EL GRAN VIRUS DE UNA MODERNA EDAD MEDIA.

Ciudadanos argentinos con mascarillas, protegiéndose de la gripe A.

Dicen que el virus ha infectado a más de 100.000 ciudadanos y que murieron cerca de un centenar. Sobre un segmento de trece millones de pobres e indigentes se abate la pandemia; una peste que afecta sobre todo a los que viven mal. El sistema sanitario argentino, otrora uno de los más avanzados de América Latina, hace agua por todos lados.
Los servicios médicos integrales sirven hoy a quienes pueden pagarlos. El resto está expuesto al dengue o esta gripe, de conocidas consecuencias en México y el sur de Estados Unidos.

El contraste de una población temerosa del contagio y los discursos políticos que jalonaron la reciente campaña electoral es patente, y penosa la tardía reacción gubernamental. Con la salud patas arriba desde hace años, en las grandes ciudades crece la alarma y una bronca que amenaza con pasar a mayores. Nadie en el área sanitaria preveyó que esto podía ocurrir, pese a sus previos y devastadores efectos en otros países del Tercer Mundo.

La oposición aprovechará la tragedia para desprestigiar más aún a este gobierno errático y debilitado tras la justa electoral. Pero culpables son todos. Los que gobiernan y los que no.

Durante años dieron la espalda a la alta tasa de mortalidad infantil y la creciente miseria popular, reflejada en la suciedad y dejadez reinante en las calles, edificios y espacios abiertos de las grandes urbes, los transportes públicos y vastos segmentos del conurbano.

Los partes de prensa refieren el bajón económico que supone el desbande ciudadano para comercios, restaurantes, shoppings y espectáculos. Las escuelas públicas suspendieron las clases hasta nuevo aviso por orden ministerial. El pulso económico se ha resentido.
El temor al contagio ataja la aglomeración de viandantes, acentuando la sensación de inseguridad provocada por la creciente violencia criminal en las calles.

Ahora, un gripazo de éstos equipara el navajazo o el disparo de cualquier asaltante.

La diferencia estriba en que el virus repta silenciosamente en el organismo humano, sin avisar.

En un país sumergido en la pobreza y la desigualdad cualquier plaga es posible. Sin prevención adecuada, la naturaleza opera del modo más salvaje. Como en la Edad Media; cuando la peste sofocaba la vida humana vaciando villas, castillos y hasta fortalezas, hasta saciarse.

A diferencia de aquellas épocas feudales, en esta República formal imperan la ley del voto y la teórica división de poderes.

De poco han servido para garantizar que la salud pública triunfe sobre el atraso, la miseria, y el elevado riesgo de sucumbir ante la aparición de un virus cualquiera.
Dadas las penosas circunstancias imperantes, éste es devastador...





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