Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

viernes, 17 de julio de 2009

EL NARCOESTADO Y LA LUMPENBURGUESÍA EN ACCIÓN.

Hugo Chávez Frias en plena exaltación; previa, claro está, a cierta nueva que lo sumerge en el descrédito universal.

El reciente informe del Congreso norteamericano no es para tirar cohetes. Según los partes, Venezuela es ya un narcoestado.

El proceso de globalización alcanza el tráfico de drogas desde hace tiempo. La delincuencia no sólo capta a los hambrientos y desarrapados, sino a los ambiciosos de poder. Recordamos para el caso la lúcida definición del economista teutón y neomarxista André Günder Frank (1929-2005) sobre la lumpenización de ciertas capas burguesas, añejas o emergentes. América Latina fue pródiga en ejemplos, sin respetar categorías ideológicas.

Al panameño Omar Torrijos, difunto populista que tanto cautivó a Graham Greene, le sucedió el narcotraficante Noriega, como él General y Presidente. Hoy, el sátrapa purga cárcel de por vida gracias a una oportuna invasión de marines. Fidel Castro y su régimen se vieron envueltos en el run run, cancelado mediante fusilamientos, también oportunos.

Técnicamente, México es un narcoestado, pese a los esfuerzos del Presidente Calderón y la clase política, alarmada por el magma nacional. Colombia ya no es lo que era, aunque tampoco lo que debiera ser. Todo a su tiempo si la ruta es correcta.

Ahora llega con fanfarrias al listado de la infamia Venezuela, de la mano del populista más agresivo de la zona.

Las democracias defectuosas son pródigas en materia de corrupción. Ni qué decir de regímenes dinásticos teñidos de rojo sangre, al estilo cubano, chino o coreano del norte.

Pero en la patria de Simón Bolívar -prócer hoy sometido al copyright de un insensato paracaidista-, los generales y adictos al régimen trafican a espuertas.

No habrá que asombrarse del carácter "asistencial" del doble experimento. El historial mafioso de todas las latitudes practica la caridad y fomenta cierto bienestar entre aquellas clases de las que recluta incesantes oleadas de sicarios, soplones, camellos, y nuevos valores criminales.

Una somera ojeada a la Rusia de Mevdevev y Putin nos ilustra sobre el carácter compacto de esta lumpenburguesía hecha Estado.

Cuando la democracia está en la cornisa, el precipicio está a un paso.

Los arbitrios del populismo lejos están de remitirse a las propias fronteras en esta era global. Ahora los articula con las mafias internacionales un boyante narcotráfico.

Los congresistas norteamericanos son conscientes de ello a la fuerza, pues los mayores alijos de droga son aquellos que procesan y consumen sus compatriotas, en la que aún sigue siendo, pese al descalabro económico, la mayor potencia del planeta.



No hay comentarios: