Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

lunes, 20 de julio de 2009

DAVID (VIÑAS), EL PERPETUO ENEMIGO DE GOLIAT.

Representa una generación de escritores extinguida, sin ser de los que rinden la vieja fórmula.
Del Banco de la Provincia de Buenos Aires lo echó por huelguista el funcionario Arturo Jauretche en épocas de Mercante y Perón. Su origen radical colisionó temprano con el régimen aquél. Entonces, junto a otros intelectuales universitarios fundó la célebre revista "Contorno", de la que participaba el taxidermista y erizo vocacional Juan José Sebreli, aún vivo, siempre maleducado y esencialmente fóbico.
La trayectoria literaria de David es larga y ancha por dónde se la mire. Pergeñó novela, ensayo histórico, artículos de opinión, guiones de cine y obras de teatro. Con ochenta y dos primaveras no se rinde el gigante de las letras y la estatura. Corpulento y bigotudo al estilo novecentista, compartí con él café con leche y viandas en el Café de La Paz hace cuatro años.
Durante un viaje anterior nos habíamos cruzado en Losada (librería- café donde antes paraba) y le obsequié de pasada el primer tomo de "Perón. Luz y Sombras".
En la charla posterior dijo no recordar el obsequio, pero que igual encargaría a su secretaria revisar los estantes de su alborotado revoltijo literario, sito a dos manzanas de distancia, en su vecindario natal.
No me incordió el olvido. Él mismo era un olvidado por diarios, revistas y editores, pese a publicar textos nuevos de vez en cuando.
Sin cuenta bancaria ni pesos en el bolsillo, vivía con humildad (lo de la secretaria era una probable alumna de su modesto Taller Literario).
Ahí mismo le propuse una merienda.
"¿Convida...?- inquirió con criolla sencillez, agregando, "Acá andamos mal. Y yo peor"
"Descuide, Maestro. Es para mí un honor"-repuse, y nos sentamos en la zona de fumadores, pese a que odio el tabaco y el humo que desprende su combustión desde hace un cuarto de siglo.
En principio, lamenté que el Estado Argentino no le pensionase. Él, que lo merecía, se lo tomaba con soda. Era un aperitivo más, de los que sirve un país desmemoriado.
El resto del café, las viandas y la hora larga de reunión se matizó aquella tarde junto a viejas anécdotas sobre el primer peronismo y el voto póstumo de Evita, presenciado por él en calidad de fiscal local por la Unión Cívica Radical.
"Perón estaba ahí arriba, junto al lecho. Ella parecía una de esas muñecas de porcelana que se ponen sobre la almohada"- dijo.
"¿Compungido el hombre?"- pregunté.
"Tenía cara de nada"- respondió David untando el resto de una medialuna en la taza, todavía humeante...
Hoy volví a saber de Viñas gracias a un reportaje de "Clarín", a propósito de un nuevo libro sobre Simón Bolivar, realizado junto a otra escritora, con la que comparte una Cátedra de Literatura Hispanoamericana en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.
Equiparar al supuestamente "presidenciable" bufón [Marcelo] Tinelli con "el pobre diablo" Ronald Reagan (otro bufón menor del espectáculo) es parte del ingenio que diferencia a Viñas de cualquier figura solemne de las letras y las artes.
Es varón sencillo y mordaz, fumador empedernido, antiguo conquistador de hembras variopintas (una de las penúltimas fue Soledad Silveyra), y aplica el mostacho, tan nevado como su abundante melena de trazo juvenil, para disfrazar un poco la ausencia absoluta de piezas dentarias en el maxilar superior.
A quien perdió dos hijos y una nieta durante el "Proceso" (mientras él, amenazado de muerte guardaba exilio en España) le importan un carajo las minucias del tenor. Además de sufrir ante esas y otras pérdidas, se lo autoriza la bohemia contumaz, de venerable imaginero sabedor de su leyenda.
Resulta que David- como tantos antiperonistas de su generación en los primeros años ´50 -conversos primero al frondizismo y luego al populismo, mezclado con una suerte de marxismo tropical- aún cree en Cuba, Castro, los nuevos compadres de la zona, y sobre todo en el rutilante Hugo Chávez, quien hace poco le invitó a visitar Venezuela.
Todavía en el 2007, estimaba que Néstor Kirchner "era lo mejor que les podía pasar a los argentinos". Con Chávez fue mucho más entusiasta.
El argumento que le inclina a favor de esa tropa -con la que el ex Presidente criollo y su socia fraternizan de tanto en tanto- es la condición de gobernar "países humillados" por el imperialismo, enfrentándolo.
El esquema pertenece a la tradición argentina, inaugurada con Yrigoyen y ahondada con Perón, con resultados que aún discute una mitad del país con la otra.
En el fondo, Viñas permanece aferrado la vieja historia bíblica del David que venció a Goliat.
Poniendo el hombro a la inspiración biblica y su identificación con los iconos heroicos se edita "Bolivar", texto inicial de una colección que piensa abarcar a otros caudillos rebeldes, como Pancho Villa y Emiliano Zapata.
Arropado en esa mística y con un público que acogerá calurosamente la iniciativa en Argentina y varios países latinoamericanos (sobre todo la Venezuela actual), nuestro hombre retoma el viejo sendero polémico y retador, jamás interrumpido.
Fiel al mismo, considera la aludida "humillación" un fenómeno nacional, y no social, propio de sectores privilegiados que excluyen y humillan a otros dentro de las fronteras, abriendo la puerta teórica a experimentos regresivos.
Los demonios llegan de afuera, como la culpa ajena, heredada sin querer. El infierno está en los otros, no en nosotros y en todas partes.
Esta visión del pago chico y amenazado, desestima la corrupción de las nuevas elites populistas que dicen resguardar la patria y sus bienes frente a la voracidad imperial. Calco tardío del legado que, Perón primero y los Castro hasta hoy, transmitieron a los actuales advenedizos y sus simpatizantes.
Mis lectores saben que el enfoque que realizo de la Historia es otro; aunque sin vueltas respete a Viñas. Al igual que él, no me gusta Borges, y pese a desestimar que Marx haya sido "un ganapán" o que Chávez herede a Bolívar en materia de principios y honestidad personal, el Aristotélico ensayista, el otro David de pluma en ristre, me cae mucho mejor que su confeso discípulo Feinmann.
Quizá porque disfruté de su obra en el pasado; aunque comprensiblemente y dada su circunstancia, él sea incapaz de disfrutar la mía en el presente.




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