El demandado Federico Jiménez Losantos durante el juicio que le ganó el señor José Antonio Zarzalejos (sentado a la derecha en la instantánea).
Sobre las 10:30 de la mañana, la radio de mi Ford Focus capta la voz de Losantos en la Cope. Emitía desde Córdoba y en su digesto horario consumó una de las peores infamias que le escuché.
En la ocasión la perpetró contra los maoríes de Nueva Zelanda, con el pretexto de comentar un lejano viaje periodístico integrando la comitiva de prensa durante un viaje de Juan Carlos I y Doña Sofía a las islas.
No tengo palabras para describir la mezcla de asco e indignación que me provocaron los epítetos despectivos y soeces que este sujeto destinó a los universitarios maoríes y sus coloridos rituales de agasajo a los reyes de España.
Muy suelto de cuerpo ante un auditorio que no le festejó mucho las gracias, les llamó monstruos rebosantes de fealdad y antropofagia.
Los maoríes llegaron a las islas mucho antes que los descubridores españoles, los colonizadores holandeses y la dominante colonia británica de proletarios que allí se instaló, imponiendo su idioma y parte de sus tradiciones. Las otras pertenecen a la nación Maorí, de la que la mayoritaria población blanca asimiló influencias muy enraizadas en la vida social.
New Zeland o Aotearoa (en maorí) es una democracia parlamentaria, asimilada al Commonwealth. Sus dos islas presentan contrastes diferenciados, complementando desarrollo comercial e industrial (en el Norte), y variedad ecológica (en el sur).
Con poco más de cuatro millones de almas, es una tierra próspera y bien gobernada, en la que se favorece el estado de bienestar de sus habitantes.
Pero al Pequeño César le importan poco los neozelandeses, cómo no sea para ridiculizar la lejanía y aislamiento geográfico del territorio.
La befa nazi destinada a los maoríes juzgándoles feos y propensos al canibalismo (infamia sugerida mediante siniestra chanza especiarlmente remarcada) comprende desde luego a los blancos que con ellos conviven, tolerándoles.
Por fortuna creo que en Aotearoa, tierra de Kiwis (así se autodenominan sus ciudadanos) no acreditan la presencia soez de un Jiménez Losantos.
En cambio nosotros sí. Y se lo debemos nada menos que a la Conferencia Episcopal, propietaria de la Cadena Cope (dixit "¡Somos libres!").
Si alguien desea cerciorarse de lo que comportan los abismos de una naturaleza canalla, puede acudir al archivo sonoro de la emisora. En el que corresponde al día de hoy sobran los motivos para que cualquier organización humanitaria denuncie públicamente a este racista contumaz y sus patrocinadores.
Lo mismo cabe si acaso a la embajada neozelandesa; legación a la que remitiré este post.
Pd. Por cierto: el distinguido Jesús Cacho integraba la tertulia de comentaristas y no abrió la boca. El que calla, otorga. Al menos, éso dicen...
2 comentarios:
La sentencia de primera instancia, está recurrida en apelación, en tiempo y forma.
Hay que esperar al resultado del recurso de apelación, ante instancia superior
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