Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

miércoles, 10 de junio de 2009

J.POSADAS O LA BARBARIE TEÓRICA TRAVESTIDA DE OVEROL.

La herencia teórica legada por Leo Davidovích Bronstein, un personaje profético y fatalista.

No me es difícil memorar la época posadista de militante de base.

Tampoco evocar los dislates tenebristas y apocalípticos en los que nos enzarzábamos pletóricos de entusiasmo, creyéndonos "lo mejor de la humanidad".

El leninismo partía de esa base: la idealización suprema de uno mismo. Experto en rescates teóricos imposibles, Trotsky mantuvo viva la llama desde el exilio con documentos que, pese a denunciar el estalinismo, procuraban rescatar la pureza arquitectónica del monstruo soviético, bautizado "URSS, Estado Obrero".

A más de proyectar sobre nosotros el aliento reivindicador del comunismo según el maestro, Posadas supo desarrollar una veta mística con la que suplir infancias en conflicto. El odio que profesábamos al capitalismo estaba teñido de ese color, de añejas tradiciones cercanas al anarquismo acreditadas por padres y abuelos tercos, o familias rotas.

La búsqueda compulsiva de un supremo sacerdote que calmara nuestra angustia ante un sistema capitalista poco integrador y una democracia inexistente, le halló receptivo. Estaba para eso, apuntalado por un fuerte carácter de acento manipulador, en el que anidaban el rencor y una enorme sed de poder.

El zapatero y jugador de fútbol entregado temprano al marxismo halló en los textos de Trotsky el nutriente que precisaba su encanto quimérico.

La idealización del proletariado era el canto de sirena que nos llevó a seguirlo en su sacerdocio de apparatchiki vocacional. Trotsky lo había sido desde 1917, hasta que el moloch burocrático engordó lo suficiente como para independizarse del torvo principismo leninista y su romántico actualizador.

Tras la fundación de la IV Internacional y el asesinato del exiliado, en 1940, se sucedieron aglomeraciones y rupturas en el interior del nuevo credo. Hacia el final de la Guerra Mundial la tendencia de Michel Pablo, secundado por otros intelectuales, consiguió asentarse en Europa Occidental. No tardó en hacerse cargo Posadas del Buró Latinoamericano.

La clave del crecimiento posadista radicó en el movimiento de masas de Perón. Su base obrera había conquistado beneficios y grados de organización sindical superiores a las de cualquier movimiento nacionalista de la época.

En las grandes fábricas del primer periodo, el peronismo de base fue permeable a incorporar cuadros posadistas en los cuerpos de delegados. Poco antes, algunos miembros o simpatizantes de la IV Internacional criolla se habían pasado al naciente peronismo gremial.

A pesar de crecer teóricamente, los equipos de Posadas se nutrían (siguiendo a Kautsky) de la clase media y sus intelectuales de izquierda, no de las filas obreras.

Tras la inevitable ruptura con Pablo y sus aliados, el Buró Latinoamericano se erigió en nueva fracción trotskista.

Yo llegué poco después, cuando varios cuadros viajaron a Europa (especialmente Francia e Italia) y México en pos de organizar secciones.

Entonces, la verticalidad de ese partido era absoluta y más o menos sacra la palabra del supremo papagayo.

No recuerdo en mi vida época más oscura y helada que las reuniones de célula o los congresos partidarios. Verdaderos rituales de masoquismo colectivo de las que sólo gozaban los jerifaltes, en los cónclaves se hablaba de fraternidad sin practicarla en absoluto. El sexo era un ítem distante y con muy poco peso. La cultura se restringía a algunos textos de Trotsky y los muchos de Posadas, glosados con abrumador monolitismo.

La quimera que nos prometía el sacerdote, era que, a fuerza de valor y persistencia, guiaríamos a los obreros peronistas hacia un frente único con el Partido.

A lo sumo, el frente verdadero operaba en huelgas de pequeños talleres sin que ganásemos peso sindical. Tampoco demasiados militantes a nuestra causa.

Inmerso en una actividad febril dónde no contaban las horas ni los esfuerzos, me salté a los Beatles, los Rolling, y hasta a Beethoven o el jamón crudo. Apenas disfruté del sexo al casarme con otra militante más fría y perturbada que yo mismo y, si bien puedo ufanarme de haber estrechado lazos de amistad con los obreros de las sucesivas fábricas en las que trabajé y me echaron, salí de aquella casa de monaguillos, monjas y curas rojos, empobrecido y convulso.

Para más INRI, purgué cárcel medio año y varias estancias mensuales en seccionales de policía, saliendo del brete con un prontuario de peligroso alcance, de cara a la violenta década siguiente.

Poco después, el ERP trotskista y los Montoneros, junto a otras formaciones armadas, irrumpieron en el escenario enzarzándose en una lucha desigual y de nefastas consecuencias con las Fuerzas Armadas.

A esa altura la Internacional Posadista hacía agua por varios agujeros, desplazada ya en el concierto de seguidores del "Profeta Desarmado" (según el biógrafo de Trotsky, Isaac Deutscher) por la gente del oportunista Nahuel Moreno (adscrito formalmente al peronismo tras la fuga del líder, en septiembre de 1955).

A diferencia de quienes fueron marxistas y hoy son lo que son, no me arrepiento de haber sido un obrero de origen universitario, ni de difundir ideas revolucionarias de transformación social.

En mi juventud, la Argentina era gobernada por dictadores militares más feroces y sangrientos que Juan Perón. Las alternativas democráticas que le sucedieron eran tramposas y falsas, incluida la parte que le toca al Gobierno civil de Illia, surgido de la proscripción del peronismo.
Si bien formalmente las ideas de izquierda no eran perseguidas por este Presidente civil, al ser detenidos nos aplicaban la Ley de Vagancia por espacio de un mes, sujeta a la voluntad del comisario y a cumplirse en sus enrejados dominios.
Con la severa dictadura del General Onganía llegaron nuevas vueltas de tuerca y una Ley Anticomunista pegada con engrudo al Código Penal (de ella data mi periodo vacacional de medio año en la U2).

La ausencia de una alternativa coherente con las libertades y el Estado de derecho nos llevó a exaltar el modelo cubano o la resistencia vietnamita.

La barbarie teórica del posadismo fue más lejos, ponderando la feroz Revolución Cultural de Lin Piao, Mao Zedong y su Dama Dragón, la ex actriz Jian Qing, mientras guiñaba un ojo a Breznev, Cámpora, el último Perón, el peruano Velasco Alvarado y el general boliviano Juan José Torres.

Sostenía que el mundo iba al socialismo desde cualquier tobogán, uniéndose finalmente al despeñadero soviético de una burocracia "regenerada parcialmente por la fuerza de la Revolución Mundial y el empuje de los Estados Revolucionarios", entre los que contaba la Argelia de Bumedián y la Camboya sembrada de calaveras "burguesas" de Pol Pot.

Los trotskistas "puros" condenarán a Posadas sin condenar el devenir burocrático y terrorista de los bolcheviques de Lenin, desde octubre de 1917 en adelante. La ideología de la llamada oposición de izquierda seguirá creando nuevas ficciones y editando otras rupturas o desgarramientos internos.

Intelectual judío horneado en la fragua represora,Trotsky fue ejecutor y corresponsable de esa política. Su expulsión y asesinato a manos de su ex camarada, antonces ya amo del Kremlin no le salvan de una condena histórica que sus obstinados seguidores rechazan en sucesivas oleadas contra las rompientes.

Con menos chances de ser alguien tan terrible, Posadas encarnó el sueño de poder de sus discípulos, aministrándole un cariz apocalíptico de corto apogeo y acelerada descomposición.

Al menos, Trotsky denunció a la burocracia soviética (excluyéndose capciosamente de la misma, por él cofundada y consolidada).

Posadas ni eso; ni nada...



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