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martes, 16 de junio de 2009

IRÁN: LA REVOLUCIÓN FRACTURADA.

El vencedor Musavi, derrotado por un fraude de difícil validación.

Las gigantescas manifestaciones en Teherán y los siete muertos por la represión que sin duda encabeza Alí Jamenei, sucesor de Jomeini, revelan el nuevo curso de una Revolución fracturada que jamás volverá a recomponerse. Ahjmadinejad es un títere del sector duro, partidario del enfrentamiento con los EEUU e Israel, fundido a la represión interna y el rechazo a cualquier modernización del Estado y la sociedad.

A diferencia de China o Cuba, el sistema económico se basa en la propiedad privada; aunque también en el control petrolero estatal y la filosofía clerical de los ayatolas como religión oficial a observar en todas las esferas de la educación y la vida pública. El régimen basa su dominación ensamblando el credo con la regimentación policial travestida de control popular de sus bandas armadas. Las mismas asesinaron a siete manifestantes y está claro que no retrocederán en su celo represor.

Otra cosa es que no hallen resistencia. Según los observadores la cúpula del Estado Iraní está dividido en dos fracciones. La peor ensayó el golpe de Estado mediante un fraude escandaloso del que el falso vencedor emerge trasquilado. Irán no es China ni el bloque de poder clerical es monolítico, a la manera del tentacular, bien aceitado y corrupto Partido Comunista; autor, entre otras muchas masacres, de la perpetrada en Tiananmen contra miles de jóvenes.

La alternativa de repetir las elecciones, como reclama el ala reformista y Musavi (ex Primer Ministro, Canciller en otros tiempos y uno de los antiguos lugartenientes de Jomeini), es poco probable, a menos que las tendencias lleguen a algún tipo de acuerdo en pos de calmar a la población, y sobre todo a los jóvenes, mayoritariamente partidarios del cambio de rumbo y las reformas hoy escamoteadas.

Otro fenómeno agregado radica en la naturaleza misma del poder clerical, impedido de realizar masacres de significación. La base que permitió su supervivencia debió respetar ciertos principios, hoy violados clamorosamente.

Por ello, el mito de un régimen "democrático para sí", respaldado por la fe de sus ciudadanos y el atraso histórico, pertenece al pasado. Esta fractura así lo desvela, aunque los cambios verdaderos tarden en llegar...

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