Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

domingo, 28 de junio de 2009

EL REÑIDERO CRIOLLO

Los que más plumas desprenden entre tajo y tajo, son los gallos peronistas.
Lo que en el fondo no se dirime, es el fin de la corrupción y una forma cesarista de hacer política.
No soy antiperonista y mucho menos "gorila". Mis embestidas centran la línea de ataque en aquellos procedimientos que falsean la democracia.
En Argentina los liberales son minoría ante el malón peronista. Tributario del jefe tribal que legó una forma de hacer política y administrar el Estado, el malón, hoy fragmentado, no deja de reconocer origen y procedimientos. Margarita Estolbizer fustiga los males que aquejan la naturaleza peroniana en Carlos Saúl Menem, soslayando al creador de la formula magistral. Menem es hoy por hoy un caballo muerto. Lo que pervive en los políticos peronistas es la estela de corrupción que acompaña el paso del cesarismo populista por el poder.
Más de una vez, la ineptitud de los que sucedieron el turno peronista equiparó en dislates la vieja receta. De la Rúa no era corrupto, pero sí tan zonzo como el honestísimo Alfonsín en el manejo de la economía.
Si Menem vivió del endeudamiento sideral, los Kirchner se han beneficiado de la soja y el comercio con China, abultando el monedero propio.
El reciente deterioro de los términos del intercambio tienden a quebrar ese instante próspero dónde, aparte del empleo masivo de baja paga, nada cambió en el estriado panorama de la sociedad argentina.
Lo cierto es que el aumento de la violencia refleja una alarmante ruptura del acuerdo social, ya amanecida en los últimos días de Alfonsín, la década menemista y el desastre del FREPASO, rematado por la empobrecedora pesificación y la quiebra absoluta del Estado.
El mal pronóstico que delata el presente, prefigurando las tendencias que determinarán los candidatos a las próximas elecciones generales del 2011, no se resuelve con los nuevos reacomodamientos peronistas, reforzados por la máscara jacobina de Pino Solanas, la demagogia izquierdista de última hora que practica De Narváez, o las supuestas sobriedades del estólido Reutemann (siamés de Macri a nivel nacional), pese al retroceso de los Kirchner.
El ADN del populismo requiere del Estado absolutista con su quiebra de poderes constitucionales, el arrinconamiento de la prensa opositora y una tropa de leales financiada con generosas gabelas.
Perón lo demostró sobradamente en todas sus presidencias, pese a que tantos lo olviden.
Ante el panorama, es lógico que crezcan sin parar la delincuencia y su violencia sectorial. El Estado argentino y sus leyes pierden credibilidad ante trece millones de pobres.
A diferencia de otras épocas, esta guerra civil larvada, mechada de ambiciones y falta de moral carece de programa, política y principios. Viene a proyectarse como los grafiti que reemplazaron las viejas pintadas militantes. Las que proclamaban el viva o muera de tal o cuál, en representación del imaginario político.
Ahora, los que viven son los más vivos. Los otros se juegan la vida o comprometen la nuestra en cualquier esquina peligrosa de este país sin rumbo aparente.
Los códigos del reñidero en estas elecciones amenazadas por el fraude, y financiadas desde el oficialismo con fondos públicos a espuertas, no auguran otra perspectiva.
Al menos inmediata.
Los que salgan ganando a costa del futuro republicano de la Nación, son pico, ala y espolón del Reñidero...

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