A comienzos de siglo España tuvo su tardío Klondike, o Fiebre del Oro. Fue El Ladrillo. Pieza a pieza, y merced al dinero barato proveniente de los grandes bancos continentales (especialmente alemanes y franceses) edificó una burbuja de falsa prosperidad que acabó estallando, y dejó al descubierto todo tipo de corrupciones, cancelando a la vez, los ciertos valores sociales y productivos que aún quedaban en pie, de una Transición esencialmente desmemoriada. Aquella etapa, oficialmente cancelada, impregnó -con ayuda del paneuroperísmo fiscal, la moneda única y su virtual dictadura alemana-, de miseria moral y material el Estado español, integrante del rezagado sur europeo. Al retroceso patrio de treinta años se suma hoy una miseria digna de la posguerra, promovida por un gobierno parecido al de entonces. Lo facilitó el PSOE, como antes las siniestras etapas de José María Aznar. El tiovivo prosigue hasta estos días, en los que estos socialfascistas de Susana Díaz procuran su alianza con el PP y los falangistas de Ciudadanos, hecho que posibilitan, tanto la real mayoría objetivamente de derechas de la sociedad española, con una izquierda fragmentada, que hereda las taras políticas y sociales del sector, durante de los últimos treinta y siete años.
Nada, sin embargo, es como entonces. Más de trece millones, entre una población que totaliza cuarenta y siete, vive en la pobreza o la extrema precariedad. Esto quiere decir que, el resto, de derecha a izquierda, se olvidó de ellos. Para un país dependiente, intervenido y quebrado por las deudas, con valores políticos y culturales de baja densidad, esto es fatal.
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