Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

viernes, 8 de enero de 2016

DEMASIADO INTELIGENTE


En 1999 viajé por primera vez a Buenos Aires, ciudad que había abandonado en julio de 1982. Desde luego, visité Quilmes, la de mi infancia y primera juventud, y entre los amigos que rescaté estaba Pedro Gascón, español y socialista, residente emigrado en la posguerra. Entre mate y mate, le leí fragmentos del libro que preparaba sobre Perón. Y me dijo muy calmo, algo que siempre recuerda mi posterior factura cultural: "Eres demasiado inteligente". 

En muchos aspectos, Pedro, vecino de casa, apuntaló el crecimiento intelectual de mi bisagra juvenil.Ya cincuentón de mi parte, cargaba en mis alforjas su influencia. Era obrero textil ya jubilado, sin ambiciones burguesas, buen marido, padre de dos bellas hijas y, más que humilde, lucía espartano. 
Entonces no capté la dimensión veraz de la frase. Sí lo hizo,en cambio, mi trayectoria literaria, inmersa en la soledad conceptual y un infrecuente sentido crítico que genera incomodidad en los alrededores.
Mi escasa socialización en el mundo de las letras colaboró a ello, aunque estimo, no fue fundamental. En realidad, siempre me sentí un extraño pasajero en el tren de la vida. No puedo culpar a nadie del evento. El ser como uno es depende de múltiples factores, aunque conozco mi poder de fuego. El mismo, radica en un solo elemento que reúne varios: la lucidez, siempre unida al buen gusto. En tal sentido, nadie podrá pisarme el poncho.
Quizá en vez de haber recalado en España, aquel remoto verano debí viajar a Francia. La barrera del idioma desaparecería al poco tiempo. Pero la lengua castellana me atrajo de forma irresistible. Mi estilo le pertenece, si bien permanece ignorada en sus excelencias por la mayoría de los españoles, para su exclusiva desgracia. 
Hasta 1982 había escrito algunos comics y no me hacía novelista, pero algo extraviado en mi niñez volvería por sus fueros. En la escuela primaria las maestras festejaban vivamente mis redacciones. Las posteriores construcciones comiqueras eran inteligentes sin que llegaran a satisfacerme el depender de dibujantes que las plasmaran, junto a editores horrorosos. 
Lo que vió el misántropo Gascón aquella mañanita de Quilmes fue el despegue de mi carrera de escritor misántropo.Y en consecuencia, ensayó su cariñosa sentencia.
Ser demasiado inteligente en este mundo es tan poco práctico como ser un asno.La diferencia es que, si espabilas, no pasturas en un establo ni tiras de un carro. Esto, dentro y fuera de la literatura nunca lo hice, ni lo haré mientras viva.

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