La actual celebración del 70 aniversario del 17 de octubre en Argentina tuvo dos ejes. El histórico, y el que le imprimió el gobierno kirchnerista, crítico con el líder del retorno al poder, rodeado de fascistas y represor de la juventud durante los pocos meses que aguantó su vejez. Este ultimo personaje, viejo, enfermo, pero reaccionario y reivindicador del fascismo, fue sepultado por el nuevo matrimonio de poder, en beneficio de Evita, desde el 2003 hasta hoy. Las crónicas de exaltación de su figura, enarbolan la dudosa idea de escindirla de su marido, trazando un paralelo con Cristina Fernández.
Si bien las diferencias en el matrimonio Pedrón-Duarte existían, el núcleo central del vínculo entre ambos se mantuvo hasta la prematura muerte de ella.
Sin embargo, fue el marido, viudo de su primera esposa, quien devino reinstalado en el poder, tras ser encarcelado por sus rivales, por la doble movilización obrera y militar-policial el 17 de octubre de 1945. Un repaso a los meses previos, mostró al entonces coronel Perón, avanzando conquistas gremiales inéditas hasta entonces en Argentina. Eso no lo cambia nadie. Tampoco las concesiones posteriores a su asunción presidencial desde el Estado Peronista. Hasta 1947, su segunda esposa era una aventajada aprendiz, luego potenciada por el poder del encumbrado marido, desarrollando luego iniciativas propias.
Parece justo condenar al Perón decrépito de 1973-74 por sus salvajes ataques a la oposición juvenil de izquierdas, instrumentados por su corte fascista. También que dejase en manos de su tercera esposa y el sanguinario mucamo el país, víctima ideal de la irrupción sucesiva de nuevos asesinos armados. Pero de ahí, a negarle protagonismo en los días de octubre, y en los posteriores, hasta el derrocamiento del ´55, media un trecho que el kirchnerismo y sus logros no pudieron emparejar, por más que sus escribas le pongan discursos e imaginación.
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