El affaire con los miserables de "Eterna Cadencia" (o "Carencia") reitera la hondura de la crisis creativa que afecta a la literatura hispanoamericana. Venden humo, los que humo son. Gentes sin criterio, y con una falta de honestidad absoluta. Este bache, muy generalizado entre editoras, agentes y autores, permanece intacto desde hace más de un cuarto de siglo, salvando la cantidad de basura que va acumulando, equiparándolo a un contenedor cultural. De mis viajes a Buenos Aires intentando vender un vasto texto sobre Perón y su tiempo-antes y después de editarlo en Barcelona- guardo un mal recuerdo. Fui timado por el dueño de "Corregidor". Antes lo había sido por tres residentes de ese origen en mi tierra (Bengt Oldemburg, Julieta Lionetti y el bien muerto Horacio Vázquez Rial). Aparte, existió menosprecio y ninguneo con otros ladrones del mundo editorial. Lo de estos farsantes de la "Cadencia", reitera esa atmósfera malsana, donde el humo, las sombras y la apariencia, finalmente rota en pedazos, desempeñan protagonismo en la escena. Detrás, asoman lacras históricas y debacles emocionales masivas y jamás superadas. No son exclusivamente argentinas. En España se vive más de lo mismo, y hasta con peores consecuencias en el área social.
Mi refugio en Amazon Kindle es el mejor destino. Soy dueño y señor de mis renglones, y con mi mujer, responsables de su esmerada publicación. Tener pocos lectores no me preocupa. La época de retroceso histórico, de naturaleza moral y política en todos los campos, veda mayores avances.
Lo importante para nosotros es creer firmemente en lo que hacemos, sin desviarnos un ápice de convicciones muy arraigadas sobre la calidad y los contenidos a realizar. Eso compensa con creces nuestra falta de lectores y versiones de papel que nos permitan llegar más lejos. Quizá si fuéramos menos rigurosos y exigentes lo haríamos, aunque a cambio de ceder parte de los principios que determinan nuestra singularidad. Sería una traición de mal pronóstico. De hecho, afectaría nuestra obra. Y creemos, está muy bien como está. Sin mover un punto y ninguna coma.
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