Rodiguez y Echenique con sus actas de eurodiputados.
El proyecto de Echenique y Teresa Rodríguez intenta minimizar el absorbente liderazgo de Pablo Iglesias. Su objetivo es conducir a Podemos hacia una vía muerta. No es que sean conscientes de ello, aunque las muestras del poder del inconsciente en la Historia brindan pruebas sobradas de intenciones que luego desvelan sus verdadera naturaleza.
En sí mismas, las formaciones políticas reflejan fuerzas sociales. El liderazgo es necesario e inevitable. Las corrientes definen rutas aceptadas en gran medida por sus bases electorales. El asambleismo permanente traba decisiones en momentos que requieren tomarlas. En Podemos no existe ningún otro líder con la capacidad y formación de Iglesias, empatizando con los movimientos sociales. La nueva corriente surge con un programa utópico, cuyos efectos transformarían su fuerza originaria en polvo del camino. De momento puede atraer gente que descrea de los liderazgos. Ellos, también lo dicta la experiencia, acarrean sus taras de mesianismo y egolatría. Sin embargo, el peligro de caer en el diversionismo al negarlos tajantemente, junto al ocaso que han de precipitar en caso de vencer, ya asoman en el horizonte, encabezados por este núcleo de jacobinos atrasados. Basta escuchar a cualquiera de sus voceros, desde la sensatez, para llegar a esta conclusión.
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