La falsa resucitación del PSOE, sin soluciones a la vista pese a tanta
promesa vana, nos da de bruces contra el servilismo de una clase
política incapaz de concebir otro remedio ante el sangrante acoso de los
acreedores. No hablo de romper con la UE, sí el negociar desde
posiciones de fuerza, importantes quitas a la deuda exterior, sobre todo
la privada, bajo amenaza de volar en pedazos esta trama vampírica del imperio alemán, los satélites nórdicos y sus socios financieros.
El poderoso acreedor es menos poderoso de lo que se piensa ante deudores bien posicionados, de los que al fin de cuentas depende para sobrevivir. Es una regla económica, política e histórica propia de nuestra especie. Sin embargo el PP, los socialistas y buena parte de la sociedad política se posternan llorosos y mendicantes ante Bruselas, Berlín y la Troica, los mandones y chorizos que hoy nos gobiernan, detrás de los mascarones de proa locales, tan corruptos y miserables como ellos.
Parece increíble que la octava potencia del mundo quede a la altura, y aún más abajo en materia de obediencia debida, que otros países del sur. A tal extremo que la España actual es el ejemplo de sociedad menguante más patético del nuevo siglo.
El problema no radica en que nos falte tejido industrial y nuestra mano de obra sea poco productiva. Sus causas son de vieja data y esta crisis las resume en un síndrome amedrentante: el del servilismo. Una gravosa herencia de la Guerra Civil y el franquismo, no superada por la reforma democrática y la actual formulación de Estado, hoy en crisis virulenta.
Los valores de coraje y capacidad de decisión no pertenecen a buena parte de esta sociedad, aborregada en las tres últimas décadas; tara que refleja fielmente su sociedad política, poco culta y esclarecida.
Ahora vienen los señoritos del PSOE, a quienes debemos buena porción de las rémoras y el atraso que padecemos, hoy regimentado por la extrema derecha, sacando pecho desde el raquitismo espiritual. ''Hemos vuelto!"- claman ufanos.
Sabemos a qué. A continuar administrando el modelo alemán de sociedad, desde el subdesarrollo. Obedientes, atildados y con ropa de marca, mientras los harapos y la miseria cunden en la sociedad civil.
Si así no fuese, que la Historia y la Patria me lo demanden...
El poderoso acreedor es menos poderoso de lo que se piensa ante deudores bien posicionados, de los que al fin de cuentas depende para sobrevivir. Es una regla económica, política e histórica propia de nuestra especie. Sin embargo el PP, los socialistas y buena parte de la sociedad política se posternan llorosos y mendicantes ante Bruselas, Berlín y la Troica, los mandones y chorizos que hoy nos gobiernan, detrás de los mascarones de proa locales, tan corruptos y miserables como ellos.
Parece increíble que la octava potencia del mundo quede a la altura, y aún más abajo en materia de obediencia debida, que otros países del sur. A tal extremo que la España actual es el ejemplo de sociedad menguante más patético del nuevo siglo.
El problema no radica en que nos falte tejido industrial y nuestra mano de obra sea poco productiva. Sus causas son de vieja data y esta crisis las resume en un síndrome amedrentante: el del servilismo. Una gravosa herencia de la Guerra Civil y el franquismo, no superada por la reforma democrática y la actual formulación de Estado, hoy en crisis virulenta.
Los valores de coraje y capacidad de decisión no pertenecen a buena parte de esta sociedad, aborregada en las tres últimas décadas; tara que refleja fielmente su sociedad política, poco culta y esclarecida.
Ahora vienen los señoritos del PSOE, a quienes debemos buena porción de las rémoras y el atraso que padecemos, hoy regimentado por la extrema derecha, sacando pecho desde el raquitismo espiritual. ''Hemos vuelto!"- claman ufanos.
Sabemos a qué. A continuar administrando el modelo alemán de sociedad, desde el subdesarrollo. Obedientes, atildados y con ropa de marca, mientras los harapos y la miseria cunden en la sociedad civil.
Si así no fuese, que la Historia y la Patria me lo demanden...
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