Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

martes, 1 de diciembre de 2009

LAS MALAS COMPAÑÍAS.










Pepe Mujica adora a Lula Da Silva... mientras los partes de prensa transmiten voces de saludo al tirano Ahmadinejad; en la foto superior, junto al estentóreo chávez en Caracas.

La mezcolanza de ideologías y talantes que urde el Presidente electo de la República Oriental del Uruguay no puede ser más desacertada. Lo de Lula pasa, no así la afición del carioca por el fraudulento tirano iranio, represor sine die de sus compatriotas. Debiera recordar el señor Mujica que su elección nada tuvo que ver con la que los clérigos de Jamenei y su títere organizaron recientemente, precedida y continuada por decenas de asesinatos y cientos de arrestos, torturas y juicios fulminantes. Otros apartados son igualmente espeluznantes, sobre todo la actitud del sector clerical dominante (el peor) para con la condición femenina. No será por cierto del gusto de las uruguayas, pioneras en las campañas por el sufragio y otras leyes avanzadas que favorecieron los derechos de la mujer en América Latina.

Se entiende que alguien como Hugo Chávez festeje a otro dictador, pese a que tampoco su propio mandato fue producto del fraude. La deriva dictatorial del venezolano es en este punto, honda y sin retorno.

Lo de Lula en cambio, representa pura y calculada estrategia. Juega a ser el De Gaulle continental basculando entre los guiños a los Castro, Chávez y el ahora desahuciado Zelaya (a quién promovió y luego medio abandonó a su suerte), y la cauta camaradería con la administración Obama. Es un juego pendular de babas y salivazos realizado en nombre de la pujante burguesía local (y basado en los negocios) que le permite arrimarse cautamente a China y la Rusia de Putin, cómo antes permitió a De Gaulle (que representaba a la suya) con Mao y la URSS, sin romper con su anclaje Occidental.

El papel que Mujica va a desempeñar en esta milonga está cantado: servirá al hegemónico Lula, andará a los abrazos con Chávez y hasta quizá visite Cuba de no colapsar del todo el régimen. Pero su política interior no deja margen para abandonar el sendero recorrido por un Tabaré Vázquez menos contradictorio.

En cualquier caso, el saludo al asesino Ahmadinejad no deja de ser un primer paso nefasto, e indigno de las esperanzas que en el ex tupamaro pusieron sus votantes, junto los admiradores del extrarradio; entre los que me sigo contando; aunque con bastante menos entusiasmo que antes.

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