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martes, 8 de diciembre de 2009

LOS FRUTOS AMARGOS DE LA DESIGUALDAD.



En la foto superior Roque Pascual Salazar, Alicia Gámez y Albert Vilalta, los tres cooperantes secuestrados por Al Qaida en Mauritania. Abajo, Aminetu Haidar, postrada en Lanzarote,

Tras el secuestro del "Alakrán" y el rescate gubernamental de la nave y su tripulación de pescadores llueve sobre mojado. Al nuevo secuestro, esta vez terrorista, de tres cooperantes catalanes en Mauritania -que ya se acreditó Al Qaida mediante la cadena de TV "Al Jazzera"- se suma un sonado pleito con Marruecos y, lo que es más importante, el riesgo mortal que asume la lideresa saharaui Aminetu Haidar con su persistente huelga de hambre en Lanzarote.

Como en el caso del Alakrán, vuelven a tallar desigualdades planetarias que nos comprometen. Pese a su rezago actual y la crisis que padece, el Estado Español es una potencia económica importante, integrada a la CEE y la OTAN. Contradiciendo la "Alianza de Civilizaciones" que pregona su Presidente socialista, no hay punto de comparación con nuestro PBI, y sobre todo el ingreso per cápita y el de los países del Tercer Mundo y otros emergentes, como Brasil y China.

La presencia de destacamentos militares españoles en Afganistán prolonga de alguna forma el respaldo de Aznar a la previa invasión de Irak. La horrenda masacre de la Estación Atocha fue una declaración oficial de guerra por parte del integrismo islamista y Al Qaida. El secuestro de los tres cooperantes la prolonga. En cuanto al episodio Haidar, tallan los vínculos comerciales y diplomáticos con el déspota Mohamed VI, tan asesino como el padre.

Hacia el Marruecos actual, la CEE, los EEUU y la OTAN guardan especial consideración. Su monarca feudal no es integrista, ni su feudo tiene los problemas de Argelia al respecto. De forma tal que por el momento opera como una barrera de contención estratégica, fronteriza incluso para con las "hordas" migratorias que nos asolan. Otra de las ventajas que ofrece el modelo es la de realizar operaciones comerciales netamente favorables a España y sus corporaciones según los clásicos términos del intercambio. La debilidad productiva de Marruecos, su alta tasa de paro, la miseria popular, la represión implacable de cualquier disidente y una incesante voracidad dineraria del autócrata y sus secuaces facilitan el tráfico ventajoso.

En un pasado más o menos remoto, el PSOE se comprometió a respaldar el Frente Polisario y su campaña independentista del Sahara Occidental ante la grosera ocupación de Marruecos. Resoluciones de la ONU convalidaron este anhelo saharaui en 1992, sin que hasta hoy los Hassan II y Mohemed VI acusasen recibo.

Pero ya durante los gobiernos de Felipe González la solidaridad activa con el pueblo saharaui se hizo humo, estrechándose en cambio las relaciones bilaterales y una proverbial entente cordiale con Marruecos.

Ahora resulta que Aminetu salió de su residencia en El Aaiún y no podrá retornar con su familia (y sus dos hijos pequeños) al afirmar su identidad saharaui rechazando la subordinación de súbdita marroquí del déspota alahuita. El comportamiento del Gobierno español y su tabernario ministro de Exteriores ha intentado resolver el pleito brindando asilo a Aminetu luego de intentar- sin éxito- fletarla en avión a El Aaiún. Su huelga de hambre conmueve, sin precipitar acciones contundentes de Zapatero o el principal opositor, el derechista Mariano Rajoy. Tampoco Francia (tradicional socia de un país situado por tradición en el área francófona) ha movido ficha. Una cosa es colaborar con el exterminio de ETA, otra incomodar a Mohamed VI.

Parece ser que las arenas del Sahara Occidental interesan a muy poca gente en el extrarradio. Allí vive un pueblo al que no se le reconoce derecho alguno a existir con identidad nacional. El tema principal, es ahora la vida o muerte de Aminetu Haidar. Tiene plazo fijo y hay que resolverlo extremando todas las presiones posibles. La del dinero aflojó la garra de los piratas que secuestraron a los treinta y seis gallegos del Alakrán. El drama de los tres cooperantes no es pasible de semejante transacción. En el mejor de los casos Al Qaida querrá permutarlos por miembros de la panda encarcelados en varios puntos del planeta.

Lo de Aminetu es más permeable, estimando la corrupción de los que despóticamente se han apropiado de su tierra. Las prebendas operan milagros en esa clase de espíritus. Otra solución- quizá la más plausible- es que ella cancele su huelga de hambre en beneficio de otra táctica. Un líder con principios -y a Aminetu no le faltan- no se elabora cada día, ni cada año. A veces pasan décadas sin que brote el liderazgo adecuado a la circunstancia. Quizá el ejemplo que hoy deba inspirar a Haidar sea Nelson Mandela, prisionero durante décadas en las mazmorras racistas de la vieja Sudáfrica.

No deseo ser impertinente con ella. En realidad le pertenece por entero el criterio que adopte en tan duro trance. El mismo será una consecuencia de otros criterios mucho menos enjundiosos; los que nos corresponden.

Examinando a fondo nuestro especial estado de gracia, surgen de las entrañas de esta potencia europea lindante con los Pirineos y África los frutos amargos de la desigualdad, afectando a otros pueblos. Nuestra conexión con el magma somalí o la extrema pobreza mauritana es menos flagrante que la que nos señala el Sahara Occidental. Antiguos colonialistas del terruño, les hemos abandonado, traicionando promesas sepultadas en el olvido. La Historia nos devuelve el recuerdo con creces, mediante el Via Crucis de Aminetu y su voluntad de no ceder, inmolándose de ser preciso, antes de doblegarse al mercadeo ajeno.

Para el Gobierno es un serio brete diplomático; para muchos de nosotros la radiografía de una infamia.

Los dos secuestros citados, o la tragedia que precipita Marruecos y de un modo u otro favorecemos, señalan claramente que no habrá paz mientras no haya justicia universal. La caída del Muro berlinés y el comunismo en la vieja Europa no ha marcado el fin de la Historia, sino un nuevo tramo más agitado y anárquico aún, del que la consciencia del Cambio Climático y la intención de revertirlo no es más que una pequeña batalla, en comparación con las que se avecinan.

Y no me refiero a un paro que ya nos afecta en 4.250.000 almas, o la crisis económica de difícil pronóstico, aquí y acullá...

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