Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

miércoles, 2 de septiembre de 2015

POLÉMICAS

El presente comentario responde a críticas sobre la cuestión griega y el populismo de izquierdas, en La Izquierda Diario, soslayando algunas culpas estructurales del Trotskismo y su creador.



Parece evidente que la polémicas suelen abordar un sesgo de conveniencia en este espacio. Me refiero a la receta que establece el cerco capitalista a la naciente URSS. Conozco el tema del cansancio de las masas como argumento. Esto es tan veraz como los errores totalitarios del bolchevismo, señalados por Rosa Luxemburgo, violentando la democracia proletaria, y la libertad sindical, sujeta al PC como estrategia de Estado. La creación de la tenebrosa y omnipresente policía secreta, de enorme importancia en adelante, remató el inmediato baño de sangre de los marinos rebeldes de Kronstad ordenado por Trotsky. El organizador del Ejército Rojo y número dos del Régimen detrás de Lenin, decía de ellos: "hay que bajarlos como a patos". Los sendos fracasos revolucionarios en Alemania e Italia dejaron aislado al Estado Obrero y Campesino, encapsulando a sus dirigentes. Solo así se comprende el ascenso burocrático de la marea estaliniana sangrando el territorio, ante la que Trotsky poco pudo hacer- esto es objetivo- luego de morir Lenin. En cambio, su gigantesca labor desmontando la falsedad revolucionaria de los usurpadores, y su naturaleza criminal, es capital para entender lo que sucedió decadas más tarde, no así su matización de la "Revolución política como tarea necesaria y posible en "la regeneración del Estado Obrero".

La Historia demostró que no. Nada era pasible de ser regenerado. La revolución política era un legado imposible para sus contemporáneos. Él y su corazón seguían atados a su creación, no a la realidad. Solo era posible recomenzar. Y en eso, a casi un siglo de distancia, estamos.
Cuando no solo analizamos el populismo de izquierdas y otros movimientos que se reclaman a la izquierda de ellos hay que aplicarlo a nuestros errores prácticos de estimación. He visto y compartido estructuras de izquierda que la mala estimación hizo polvo. 
Entre otras cosas, él lo había previsto como alternativa ante lo que observaba precipitando el nuevo baño de sangre de otra guerra mundial: "Si el Estado Obrero no vence a la burocracia y el capitalismo, el último terminará triunfando", sostuvo en su último libro. Poco después fue asesinado. Hay que analizar a fondo esas palabras. El último Trotsky era menos empecinado que honesto. Natalia, su viuda, estimó que la última de las fórmulas se había impuesto. No que se impusiera para siempre, claro está.
La batalla para cambiar la realidad es larga. Siempre lo fue. Para hacerlo habrá que crear otras fórmulas colectivas de convivencia, destruyendo las bases del enemigo, y aclarando nuestras dudas sobre cómo hacerlo, desde pequeños medianos núcleos conscientes. A menudo, el corazón de los revolucionarios se deja llevar por el optimismo. Nosotros imaginamos el socialismo desde nuestras emociones. Al creerlo posible, entrevemos lo que las grandes mayorías no ven. Es una forma de vivirlas. Las mismas son de un valor enorme en la tarea de cambiar el mundo. Pero dejarse llevar por ellas sin objetividad, equivale a cavar una tumba. Cuanto menos lo repitamos será mejor.

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