Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

viernes, 11 de septiembre de 2015

PREGUNTAS Y RESPUESTAS


Al que se pregunte el porqué de mi falta de presencia editorial le responderé lo que a otros: jamás me gané la vida escribiendo. No fue, es, ni será mi intención. He dialogado más con el paisaje que con la gente. 
Mis dos primeros libros ("Clark Gable, La Corona del Rey", y "La piel de los dioses") me los editaron unos ladronzuelos, pagándome buenos adelantos que luego multiplicaron en silencio y a escondidas durante años. Seguidamente tomé el control de mis propias ediciones. Los restantes cuatro que siguieron me los publiqué yo. Cubrieron la edición y poco más. En esas instancias descubrí que, sin publicidad cualquier texto impreso carece de buenas chances. Siempre a distancia, traté en paralelo con unos pocos editores y agentes. Quedé horrorizado por el nivel de las editoriales españolas. Incluso, la legendaria Carmen Balcells extravió aquel talento del que se beneficiaron varios colegas sudamericanos. A las editoras argentinas las conozco poco, pero lo que observo desde hace años no me despierta ningún entusiasmo. Uno de sus agentes instalado en Barcelona, Guillermo Schavelzon, ex cadete de Jorge Alvarez y sus innovadores títulos es, desde hace años un miserable delincuente.
Tiempo atrás decidí romper con el papel impreso. Las editoriales pequeñas y medianas te estafan, a las grandes se accede de manera tortuosa, sibilina o casual. Probablemente, las biografías y novelas de mi autoría se adelanten a su tiempo. Admito sin cuestión que a García Márquez le costó mucho publicar. También a Borges, y más o menos a cualquiera. 
No tengo paciencia para seguir esa huella, lo admito. Kindle, mi último refugio conocido, sirve aún hoy a las ediciones en papel. Es un complemento válido, pero de ahí no sale. Las ferias y eventos lo descartan por ahora. El papel es un privilegio y las casas editoras, cuanto más grandes sean, definen en tal sentido castas y jerarquías, gobernadas más por el comercio que por la calidad. Sus revisores y directivos carecen de la menor imaginación o mera curiosidad. A todo ello coavyuda el emergente reino de la imagen y sus grandes aportes tecnológicos, gobernando los medios y su influencia en la opinión pública. En el apartado de las ideas y la ausencia de capacidad narrativa en la vena humanística y social, radica otro de los grandes fallos de los autores contemporáneos y el mundo editorial. Contra esa corriente, hoy dominante de "final de la Historia" pavimentando el nihilismo, no hay antídoto por ahora. Tampoco es una razón tan poderosa como para extraviar el rumbo ni abandonar la narrativa haciendo un buen uso del abecedario. 
Escribo para mí, mi amada esposa y unos pocos lectores. En los muros que administro y el blog son muchos, merced al acceso gratuito. Pero devienen absolutamente incapaces de gastar un solo céntimo en mis labores más meritorias. Con poco más de cincuenta años y media vida leyendo y visionando relatos e historias desde el cine, a la par de muchas vivencias, resolví ser escritor. Uno tardío, podría decirse. Enrik Ibsen demostró, sin embargo, que nunca es tarde. A cualquier edad, eres bueno o no. Así de sencillo.
En mi caso, soy uno muy visual, que reúne ambas experiencias. En mi entonces enorme biblioteca, faltaban los libros que deseaba leer. La única forma de reparar semejante ausencia era escribirlos, y lo hice, mejor que muchos y peor que algunos. En verdad, los últimos no son tantos. Y hacen falta, porque la cultura los necesita, con independencia de vaivenes históricos y tropiezos, incapaces de competir con la pasión arrolladora de concebir y realizar.

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