Los cronistas mediáticos españoles se deshacen en elogios hacia el tiránico gobierno alemán y su voraz hiena neonazi, festejando la "emocionante solidaridad' con los refugiados". La aplicación de tal conmovedor evento, absolutamente falso, presenta espesas nubes negras. Hay un doble vínculo torticero en todo esto. Con la forzosa admisión de miles de fugitivos del terror, en los países de la UE se administrarán bajísimos salarios en el mercado laboral, deprimiéndolo aún más de lo que está hoy. El proyecto superexplotador se acentuará junto al crecimiento de la xenofobia, argumento favorito de la extrema derecha en gobiernos criminales como los de Hungría y España (que es el cuarto país más desigual del planeta). De mediar una auténtica solidaridad-que no gastan con sus propios ciudadanos- todo sería diferente. Pero de estos asesinos sin escrúpulos no se puede esperar solidaridad alguna.
Cuando en España se precisó la mano de obra barata para montar la burbuja del ladrillo, los gobiernos de Aznar y Zapatero abrieron fronteras, que luego cerraron de mala manera tras su estallido. Sólo rigen hoy las formas vernáculas del terror local, propio de un Continente donde los derechos humanos son cosa del pasado. Esto, las contadillas e incesantes formas de barbarie represora es lo que hoy puede ofrecer el neoliberalismo en este territorio, partido en dos y empobrecido a espuertas.
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