Observo desde "Las Mañanas de La Cuatro" a la nueva pareja de Pablito Iglesias: la irrisoria Irene Montero, para quien lo que diga el líder supremo es ley. No valdría la pena fijarse en ella más que para establecer la transición paranoica de su pareja, situándola a su vera tras su ruptura "amorosa" con Tania Sánchez. Esta otra, era antigua militante comunista (a diferencia de él, puro fenómeno televisivo sin militancia alguna) y parlamentaria en la comunidad de Madrid. Su integración de última hora a "Podemos", corresponde a la crisis de IU en la villa, pero también ama más el poder, en concreto, que la subordinación. Por ello, durante mucho tiempo guardó una bala disidente en la recámara. En cambio, la Montero, suerte de cotorra bien entrenada en el oportunismo, no guarda nada propio, porque para guardar hay que poseer, y ella, pobrecilla, solo ofrece juventud y capacidad de obediencia. Sujeto obsesivo, hambriento de poder y notoriedad, Iglesias no es un sentimental, aunque finja serlo si conviene a sus intereses. Esta frialdad afectiva proyecta el denominador común de los demagogos, o ciertos animales políticos. Y al caballero le sobran cualidades al respecto, para desgracia de la izquierda social.
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