Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

lunes, 13 de julio de 2015

LAS MÁSCARAS DEL FASCISMO



Los ataques cada día más despectivos y burlones para con la izquierda unitaria por parte de Pablo Iglesias, me recuerdan al Mussolini que pasó de ser líder del   socialismo revolucionario, a fundar el fascismo. Con la diferencia, a favor de aquel político joven, de haber militado bastante tiempo en las filas socialistas, antes de convertirse en agente de la oligarquía italiana, sus grandes terratenientes y empresarios, enfrentando mediante los fasci di combattimento de pistola y porras, a los socialistas y comunistas en las calles, garantizando su lealtad a la Corona. La diferencia, es que Iglesias, otro que simpatiza con la de latón del presente Estado Monárquico español, solo militó en las tertulias televisivas de Intereconomía, un espacio de la derecha, donde dio a conocer su pensamiento izquierdista, secuestrando en un golpe de audacia el 15M, para organizar una banda de intelectuales oportunistas y arribistas de diverso cuño, hambrienta de poder. Pero su rápido escoramiento hacia las posiciones actuales, prueba que no solo se ha vuelto acérrimo "patriota" burgués, sino macartista. 
Cuando se emprende esa hoja de ruta, la Historia nos dice no hay vuelta atrás, en el avance hacia otra forma de populismo, que desembocará cualitativamente en tara fascista. La época no favorece una formación militarizada, sí en cambio obstaculizar a cualquier precio, el Frente Social Republicano, necesario aglutinador de izquierdas que precisan reforzarse a través de la unidad. Algo que espanta especialmente a la burguesía española, que intenta ganar tiempo para recomponerse del desprestigio constante que comportan sus fracasos estrepitosos, estropicios y saqueos desde los tres poderes, valiéndose de personajes destructivos, como Albert Rivera, hijo político de Aznar, y él, retoño de esta época sombría. Hoy, el mejor agente pequeño burgués infiltrado en el ala progresista de la sociedad es este canalla, frío, autoritario, calculador y ambicioso, que ahora hace del agravio público, para con quienes no acuerdan, desde posiciones de clase, con esta estrategia pedestre del insulto y la calumnia, su arma arrojadiza más actual.

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