Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

domingo, 26 de julio de 2015

EN RESPUESTA AL EDITORIAL DE DAVID JIMENEZ SOBRE LA CORRUPCIÓN ESPAÑOLA EN "EL MUNDO"

No solo es rezago cultural el nuestro. El pleno desarrollo nos queda lejos. Somos un país de servicios. En la división internacional del trabajo ocupamos ese puesto. Nos hemos varado desde hace décadas en un bien inexportable: el clima. Luego, aguardamos visitantes que disfruten de un bien natural que, por cierto, nutre nuestras alforjas merced a una infraestructura que va perfeccionando el tiempo, más que una capacidad empresarial insuficiente. El clima brindó, en el pasado, cierta perspectiva agroindustrial que fulminó el ingreso a la CEE y sus cuotas de producción. La Historia reciente demuestra que crecimos endeudándonos, con poca industria de punta (salvando el automóvil) y sin desarrollar energías renovables que nos salven de la ominosa factura petrolera. En el campo político tampoco conseguimos líderes cultos de talento napoleónico, pese a estructurar la maqueta de un Estado moderno. El peso de cuarenta años de aislamiento y autarquía mantuvo a la sociedad civil en una suerte de paraíso aldeano, paulatinamente civilizado aunque poco creativo, en el que la potestad funcionarial se reveló inconvenientemente despótica. En ese marco de atraso y arbitrariedad, signado por estamentos políticos fuertes y debilidad civil, de voto pasivo y obediencia, se cocinó la corrupción. La Ley del Suelo la alimentó hasta extremos demenciales, con gran endeudamiento y saqueos incluídos. Ahora, la Europa Alemana, imperio floreciente, nos pasa factura. En realidad, España es un país dependiente. Lo era con Franco y lo es hoy. Pese a constituirnos en cuarta potencia europea, nos hemos descohesionado como nación en los últimos siete años. Ahora exhibimos trece millones de pobres o precarizados, cinco de parados, y gente durmiendo en las calles bajo los túneles de autopistas que arrojan pérdidas. La corrupción no llueve del cielo. Brota de esta tierra, fruto del caciquismo y de falsos salvadores de la patria que no hacen más que desangrarla a navajazos. Por cierto, se advierten claras diferencias conceptuales y de formación entre el actual director de "El mundo" y quienes le precedieron. El presente editorial lo demuestra una vez más. Eppur si muove.

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