Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

domingo, 10 de enero de 2010

QUÍTATE LA CARETITA PA MIRARNOS FRENTE A FRENTE.

Horacio Verbitsky sin la careta, y a la sombra de un poder nefasto.

Miguel de Molina recitaba la copla envuelto en blusones de manga ancha y pantalones pegados al cuerpo con gran arte. Y Verbitsky ha procedido a quitarse la careta, aceptando el viejo desafío ante la tormenta que se cierne sobre la Casa Rosada.

Para eso están los amigos.

En la portada de hoy y en voluminosa letra que intenta en vano tapar el foso que separa a la sociedad argentina de sus gobernantes, el Maquiavelo de Página 12 designa a Néstor Kirchner como "El hombre de la Plaza Rosada" parafraseando mal a Borges, cuyo "hombre" no era el guapo de una plaza rosada inexistente -para el caso sería La Casa Rosada-, sino de una esquina imaginaria, más propia de la Enciclopaedia Británica que de cualquier barrio porteño aromatizado en bosta de carreta y puchero en los comienzo de siglo.

Para guapos, prefiero el tangible Ecuménico López de Eichalbaum, puntero de políticos venales y víctima final de un destino anunciado. Sin embargo, pese a que el de sus socios mayores también se anuncia -y con altavoces- Verbitsky insiste en mitificar a Néstor Kirchner en este salvavidas mediático lanzado descaradamente al pantano de poder en auxilio de su criatura. De paso le inventa una sensibilidad social y un progresismo inexistente, o frívolo en todo caso. Hay que repasar cuidadosamente el cuestionario, sus respuestas y los comentarios del ex jefe de la inteligencia montonera y asesor dual del Comodoro Güiraldes y su tropa criminal, para trazar la alarmante radiografía de una simbiosis prieta de ambiciones de poder y dominación.

Mientras la jueza María José Sarmiento acusa recibo de afrentas policiales y llamados sin identidad en horas de madrugada, tras su fallo reponiendo a Martín Redrado en el Central, el clarinetista sorbetero sin acordes que lucir, ensalza al estrábico "Padrino", merecedor de un filme criollo acorde con su calaña, definiéndole como un "peleador que tanto irrita, como admira".

La coma la pongo yo para que no permanezca poco clara la intención del dicente. Queda en duda quién le admira hoy.
Tanto a Kirchner como al quintacolumnista les apasiona administrar el espionaje, el acoso y la prepotencia con sus enemigos por los medios que la época autorice. Patos a batir, nunca opositores, según estipula el fair play democrático negado por el populismo.
La filosofía aplicada por Juan Perón a la política era idéntica. Fue el maestro, la luz de todas las pálidas velas y cerillas prendidas que lo sucedieron.

Kirchner está probando ser -ya lo dije en más de un artículo- aventajado alumno suyo, incluso en el uso y abuso de la Dama en el tablero de ajedrez político.

El reportaje del ex "perro" reaviva perlas que Kircher se atribuye como logros. Él y no Menem fue quién resultó el domador del Ejército, destituyéndose años después al General Brinzoni. Lo fundamental fue acometido por el "Turco", y no a cusa de causales humanitarias o justicieras, sino de control absoluto de poder sin molestas interferencias. Y para quitar márgenes de maniobra a una corporación estatal no hay mejor cosa que pulverizarle el presupuesto.

Las virtudes que el entrevistado se atribuye renacionalizando la economía y sancionando leyes progresistas, o impulsando el ajuste de cuentas con el pasado "Procesal" -contra la opinión de Duhalde y otros fantasmones- sería plausible, sólo si desestimamos las consecuencias de impacto popular que presidieron las movidas.

En el punto la sagacidad, unida a una experiencia de vago compromiso antidictatorial, captaron desde el poder las señales dominantes en la sociedad

Pero para el multimillonario Kirchner, antiguo rematador de viviendas y licuadoras; soldado de fortuna con gran sentido de la oportunidad y probada experiencia controlando un pago chico, el bienestar de las masas y la ética son valores agregados a un vasto plan de remate y apropiación. De eso sabe más que nadie en los alrededores. En cambio, a Verbitsky, rebosante de pulsiones sádicas, le interesa aconsejar y maquinar. Lo conforma el goce sombrío bien tarifado, con algún seguro de riesgo por si las tornas cambian. En ese terreno pisa firme, sin guardarse en lo más mínimo de aplastar y pisotear la verdad las veces que convenga.

Aquél que huye de la suya propia, escapa de todas.

La verdad es lo único que nos hace libres; en cambio a ellos les incordia.

Remito a mis lectores el ejemplar matutino de la hoja kirchnerista. Horas antes, el ex secretario del legendario comunista Rubéns Iscaro y hoy servidor opinante de los que mandan, señor Pasquini Durán, perpetraba en el reino impreso de Verbitsky (Página 12) un canto de gesta de Cristina Fernández, mera inversión de género para esta reposición austral del drama de Macbeth.

Su antípoda existe en la Argentina de hoy: es la venerable jueza, señora Sarmiento, a la que no tiemblan el pulso ni el martillo a la hora de dictar justicia.

Aunque la jauría apele ganando la partida, los maquinadores y ambiciosos perderán la guerra.

Tras la inevitable derrota de los insensatos, quedará pendiente la victoria del pueblo argentino y una democracia social, republicana y, por encima de todo y todos, avanzada.


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