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jueves, 24 de septiembre de 2009

LA GÉNESIS DE UN LIDER POPULAR, RESPALDADO POR TRES GRANDES NACIONES.

El Presidente constitucional de Honduras, bajo la vigorosa protección de Lula en su embajada hondureña y el apoyo activo de Argentina y España.

El cerco se estrecha en torno al dictador Roberto Micheletti mediante dos poderosas pinzas; el creciente repudio popular y el clamor internacional, encabezado por los restantes países latinoamericanos; en especial Brasil y Argentina. De la partida forma parte destacada el Presidente español, José Luís Rodríguez Zapatero, el mandatario más izquierdista de la Europa actual, empeñado en que la crisis de su propio país la paguen los mas ricos.

En cuanto al audaz Lula Da Silva, patrocinador de un retorno efectuado sorpresivamente por el depuesto mandatario a territorio hondureño, se ha mostrado firme ante la pretensión de la dictadura considerando a Zelaya refugiado político.

"Es el Presidente constitucional y debe ser repuesto"- ha sentenciado amenazante el antiguo obrero metalúrgico y jefe del Partido de los Trabajadores; hoy exitoso mandatario del país más poderoso de América Latina.

De la señora Cristina Fernández, tantas veces criticada en este espacio, no puedo más que destacar su pareja actitud en el caso, prestigiando la política regional de la República, tanto aquí, como en las rondas que debaten en el G 20 las medidas globales destinadas a enfrentar coordinadamente la crisis económica mundial.

Los argumentos que sindican a Zelaya un instrumento geopolítico de Hugo Chávez quedan así desautorizados. Independientemente de los planes que lucubre al respecto el ex paracaidista y cuasi dictador velezolano, o las maquinaciones de Castro & cía, lo palpable del caso radica en la condena aplastante a métodos y sistemas que burlan la voluntad popular expresada mediante sufragio en el Continente.

De paso, la furia ciudadana en las calles de Tegucigalpa y el país todo ante la represión militar, los toques de queda dictatoriales y el creciente desabastecimiento de víveres y petróleo, precipitando el caos, generan junto a la resistencia numantina y valor personal de Zelaya (amenazado de muerte por los golpistas incluso en una embajada sitiada por la soldadesca), su liderazgo inmediato ante amplios sectores de la población.

A diferencia del encierro aquél del solitario coronel Juan Perón en la isla de Martín García el 9 de octubre de 1945, y el posterior 17 triunfal de su liberación de masas (semejante al retorno final de Hugo Chávez, repuesto tras el pasado golpe cívico militar "gorila" por sus oficiales leales en medio de una gran movilización popular), el Ejército de Honduras no está dividido, por lo menos hasta el momento. Tampoco los sindicatos industriales o campesinos desarrollan gran actividad en este pequeño y pobre país, en el que no faltan valientes ciudadanos que enfrentan los tanques y la metralla a pecho descubierto y la indignación con el puño y el grito en alto.

Sin embargo, la activa solidaridad de Brasil, Argentina,Venezuela y Costa Rica (en la persona del Presidente Oscar Arias), junto al pleno respaldo de la OEA y gran parte de los países que integran el consejo de Seguridad de la ONU, presagian el pronto eclipse del matarife Micheletti y sus guardias pretorianos.

No sé si Zelaya será Presidente en un futuro inmediato, pero su liderazgo de masas está garantizado; a menos que a Washington se le ocurra desgastarlo, como al haitiano Aristide o el más distante (y ya fallecido) dominicano Juan Bosch, aunque empleando lo que hasta ahora; es decir, al Obama que, pese a condenar la usurpación y bla, bla, bla, se niega a "apretar el botón adecuado".

En cualquier caso la piedra de amolar de los que mandan en el Norte se ha topado, de momento con Brasil y Argentina, dos importantes naciones que lideran el Sur en la iniciativa (secundados por la España socialista) mientras el polémico Hugo Chávez, que sin duda respalda con intención geopolítica y petrolera a Zelaya, da un paso al costado.

La suma de procedimientos benefician el objetivo de retorno a la Constitución en la República de Honduras, y el pleno Estado de derecho de sus castigados ciudadanos; sentando un precedente imposible de soslayar en el futuro.




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