Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

lunes, 14 de septiembre de 2009

JUAN SASTURAIN: OTRO INDIGENTE CULTURAL EN ACCIÓN.

Mediocre escriba de zonceras y flagrante cateto, especialmente negado.

Este teórico de las historietas argentinas creció bajo el ala del plagiario caricaturista Andrés Cascioli, negrero público, editor de humores pasados por agua, y de periódicos políticos que fundieron plomos con su editora.

Autor de folletos olvidables, Sasturain reverencia -cómo no- a Oesterheld, compartiendo una parecida visión del mundo y las cosas con Carlos Trillo, ex taquígrafo de Alejandro Dolina y mercader de guiones que no acaban de cruzar las puertitas de los baños públicos.

En el ejemplar más fresco (es un decir) de "Página 12" se destapa el hombre, perpetrando una ninguneadora semblanza del gran Lino Palacio, agregándole otra del más liviano Guillermo Divito.

Salvando las cubiertas de "Billiken", esta insignificancia tilda a Lino de golpista, al dibujar en "Primera Plana" al entonces presidente Arturo Illia con una paloma en la cabeza. De paso compara a su asesina, Claudia Sobrero, con una "Ramona" criminal (¿¿!!).

A otros personajes cotidianos que creó el dibujante e hicieron furor tres largas décadas, el "teórico" los inserta en un apartado de "boludeces", omitiendo las brillantes caricaturas de FLAX durante la Segunda Guerra Mundial y otras labores creativas del grandísimo y polifacético artista.

Seguramente, este indocumentado leyó mis emocionados artículos sobre Palacio y no los digirió bien. Su rabia patente redunda en las malas palabras que, cuál purulentos gargajos salpican su deposición.

No dudo que el don nadie a quien apodan "El vasco" estará encantado con los prodigios que Trillo y Altuna realizaron con "El Loco Chávez", las repugnantes "Puertitas del Señor López", o los estúpidos y pretenciosos garabatos que a Miguel Repiso le imprime desde su fundación "Página 12".

Él teoriza maravillas sobre lo que sus amigos del barrio (me refiero al de este periódico oficialista y conexos) acometen en la revista "Fierro", bastante oxidada en materia de ideas sociales o meras ocurrencias renovadoras.

Claro. Para renovar o ser ocurrente en el presente cabe conocer el pasado a fondo. Y Sasturain no lo entiende ni lo siente. Representa en efigie y harapos el bache cultural criollo que ahondó la topadora del "Proceso", arrasando con el talento verdadero a sangre y fuego, mientras él, Trillo, Saccomano y cía se refugiaban en "Ediciones Record", el trasero de "Clarín" o las publicaciones del vampírico Andresito, sin criticar absolutamente nada. De ahí que su reseña sobre el arte de Lino o el menos diverso de Divito carezca de real peso específico, aunque no de veneno.
Con Oesterheld le ocurre otro tanto, a él y los muchos que le glorifican a tanto la palabra sin entenderlo en lo más mínimo.
Era un humanista con mensaje en casi todas sus realizaciones. Junto a él, brillaba cualquier dibujante más o menos hábil.
En la Argentina de hoy no sobra el humanismo aunque no falten los reconocimientos vacuos ni una pérdida de paladar cultural que une la Biblia al calefón sin el arte discepoliano.
Parece lógico que tantos, fuera y dentro del medio, hagan extensiva cierta glorificación al sicópata Robin Wood o el siniestro comisario Eugenio Zappietro (alias Ray Collins). Ambos son lo opuesto de Oesterheld. Por eso, entre otras cosas, él está muerto mientras Wood vive a cuerpo de rey y Zappietro (que escribía los discursos del Jefe de Policía, contando a quién quisiera escucharle que Oesterheld permanecía oculto en Europa) dirige el Museo Policial.

Para colmo, ambos participan en homenajes que se tributan asiduamente al gran escritor, asesinado en un "pozo" tras un largo cautiverio sin que ninguno de estos pájaros moviese un dedo por él.

Las historietas son sin duda un mundo aparte, dónde el heroísmo y el horror de la realidad tienen cabida en las viñetas, y la personalidad de algunos autores.

Concedo que la superficie de las cosas es una helada pista de patinaje apta para las piruetas. Modesto clown, el envejecido comentarista de las artes gráficas en su noveno apartado, amigo de todos menos de la verdad, ni siquiera sabe patinar, de manera que su finta tampoco es graciosa.

Ni nada de nada; aunque intente sin éxito hacernos reír.


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