Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

domingo, 2 de noviembre de 2008

LA REINA. DECORO Y SENSIBILIDAD


Cómo saben, soy republicano y por lo tanto rehuyo glorificar a cualquier monarca o consorte, aunque integren el mapa constitucional sujeto al Estado de derecho.

Las recientes declaraciones de la Reina Sofía a Pilar Urbano (hechas libro por la periodista) pueden o no ser criticables, según la lupa que las examine. La mía es comprensiva e indulgente por dos razones: la primera, considerando a esta dama una ciudadana española con derecho a desdoblar su persona para revelarnos el íntimo parecer sobre una serie de asuntos. La otra y más importante es su claro sentido de la dignidad.

La hija de los reyes griegos, criada en un ambiente conservador, atravesó su pasaje de Infanta a consorte de Juan Carlos de Borbón, conservándola en todo momento. Antes del esponsal con un joven príncipe por el que nadie apostaba una corona, fue deportista de competición, puericultora, y enfermera, no sólo en diploma. Sujeta a la disciplina, su formación, desarrollada prima facie en varios países, entre el exilio de 1940 a 1946, enriqueció su personalidad, hasta el punto de ser reconocida por propios y extraños como una de las personalidades más interesantes y activas de Europa en las dos últimas décadas.

El factor de la dignidad y el decoro observados por la laboriosa Sofía, alcanza a toda la Casa Real, si la comparamos con otras más ruidosas e inestables. Los hijos concebidos junto a Juan Carlos I no han dado hasta la fecha, lugar a escándalo alguno.

Incluso, la separación de su hija mayor, Elena, y el señor Marichalar, dolorosa como todas las de padres que criarán a sus hijos a mútua distancia, no llegó al escándalo, pese a los carroñeros de siempre. Otro detalle significativo es el casamiento del Príncipe Felipe con Letizia Ortiz, periodista y divorciada (muy querida por Sofía) que ya le ha dado dos hijas.

Del talante liberal de la Casa Real sobre éste y otros asuntos, forma parte esencial la Reina.

Estimo que, tras el revuelo que han despertado las opiniones de esta juvenil abuela de 70 años sobre la homosexualidad y el matrimonio gay, la violencia de género, el aborto, la eutanasia y la enseñanza religiosa -propias de un espíritu que preserva sus orígenes- se agregan otras abordando la crueldad de la tauromaquia, el no menos cruel deporte de la caza, los tiranos como Hassan II y otros no menos autoritarios, al estilo del Putin bervenero, las guerras del alcohólico George Bush, o las vitriólicas de la derecha mediática más recalcitrante; temas en los que la calidad humana de esta mujer, entregada a las obras sociales y la promoción de la cultura, rezuma criterios avanzados.

También la mayor empatía de la Casa Real y ella misma con Presidentes o personalidades adscritos a la izquierda política; cualidad que enerva a los neoprovocadores que exaltan valores franquistas.

Es probable que los pareceres más arcaicos o controvertibles de la Reina -según Gaspar Llamazares, algunos barones del PP o Pilar Rahola, esa criatura circense- influyan sin duda a muchos españoles; aunque no a los que tenemos una posición enfrentada a los mismos. Si en parte podemos manifestar los nuestros con entera libertad, es porque ella y su marido su jugaron el pellejo, tanto en los comienzos de la Transición como en el 23 F.

Por ello, el inconsciente colectivo de la sociedad española asimiló positivamente la Monarquía Constitucional; no sus carencias.

¿Significa esto que pesen más en nuestra consideración, opiniones poco gratas desveladas en el reportaje de Pilar Urbano, a la hora de evaluar el conjunto de ideas y sentimientos cristalizados en la persona de su entrevistada?

A mí en particular no. Ya aclaré que soy republicano. Lo que no me exime de emplear un criterio que evalúe la calidad de las personas por encima de títulos y honores.

Y el enorme decoro y sensiblidad, señas de identidad de Sophía Margaríta Victoría Friederíki Glixpourgk, Princesa de Grecia y Dinamarca, española de pleno derecho, superan con creces y respeto, aquello que por ley de vida y diversidad, no nos plazca.

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