Sobre las 20.14 hora española y sin consultar bola de cristal alguna, apuesto por un triunfo rotundo de Barack Obama en las próximas horas.
De forma tal que parto del supuesto redactando estas líneas.
Los síntomas de cualquier victoria en el marco histórico son palpables, legitimándose más aún si las urnas de la democracia se llenan de papeletas. Es el caso de Obama y lo fue en su momento de Franklin Delano Roosevelt en las elecciones norteamericanas de 1932, derrotando al entonces presidente Herbert Clark Hoover.
El que Roosevelt circulase por el mundo en silla de ruedas o sujetando muletas equivale en cierto modo a los abrumadores y paralizantes prejuicios que hasta hoy vedaban a un afroamericano el inquilinato de la Casa Blanca.
El baldado y el mulato (insisto en el supuesto) alcanzaron el podio en circunstancias dramáticas. El crack del ´29 y la tremebunda crisis que hoy devasta el planeta -volviendo a desvanecer el sueño eterno de la América próspera-, demanda líderes con ideas y carácter.
El Hoover de entonces y el McCain de hoy no alcanzaban el listón.
Economista el primero, héroe de guerra el segundo, revelaron la baja densidad de sus talentos ante los rivales. El despliegue de criterios envejecidos, manifiestos en Hoover durante su previo mandato, y que Mc Cain sugiere hasta con la edad, no fueron bien recibidos por los votantes.
Tampoco causó el refuerzo esperado ante el público femenino su inadecuada y rudimentaria candidata a vice. De buenas piernas y flacos favores abriendo la boca.
Tanto "Franklin D" como el periférico organizador comunitario Barack (y muchos otros líderes más o menos democráticos) esgrimieron sonrisas cautivadoras y voces convincentes en su carrera hacia la Casa Blanca, mientras contendientes de talla siempre inferior mordían el polvo.
El primero, de tronco familiar aristocrático y trayectoria política brillante en las filas y gobiernos demócratas, repitió mandato cuatro veces, tras enzarzarse con la reaccionaria Corte Suprema de Justicia y emprender profundas reformas keynesianas en la economía.
A menudo, los viejos documentales que retratan sus realizaciones sociales durante la depresión de los ´30, o el ingreso en la contienda de los EEUU tras el ataque japonés a Pearl Harbor, con él declarando con voz firme en la Cámara de Representantes la guerra al Eje, lo señalan ejemplar excepcional.
Alcanzó a demostrarlo durante 13 largos y azarosos años, hasta su muerte, poco antes de finalizar la Segunda Guerra Mundial.
La trayectoria política de Obama hasta el presente, iniciada en barriadas pobres, nos proyecta a un animal político infatigable, vigoroso y cautivador. No sólo es el joven y hermoso afroamericano, esposo de mujer inteligente y padre de dos hijas bien criadas. Con un discurso que rezuma convicción, este dueño de una voz resonante y fonética, criado entre Hawai, Indonesia y Harvard, ha sabido encender la llama de la esperanza más allá de sus fronteras, derrotando el aparato mediático de su rival demócrata, Hillary Clinton.
¿Qué hará desde el Despacho Oval este abogado excéntrico, oriundo de Hawai y hasta ayer rezagado Senador de un Partido Demócrata, pero no tanto...? El futurible es complicado; aunque presiento su intención de cambiar las tornas en forma equivalente a la que (con las enormes diferencias del caso) ensayó ochenta años antes el recordado Roosevelt.
Apuesto por ello, contando que, muy probablemente, de esta crisis el Imperio Americano no saldrá tan fortalecido como el que Roosevelt vio agigantarse ante el mundo antes de partir...
No hay comentarios:
Publicar un comentario