Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

jueves, 13 de noviembre de 2008

BARTOLOMÉ MITRE Y MONTEVIDEO. 1936

Vuelvo al maestro Cóppola y sus imágenes del pasado. En las nochecitas de 1936
era raro que una farmacia sufriera un asalto a mano armada. En todo caso, la gente pobre o algún croto de esos que yiraban por el centro picando aquí y allá, les mangaba una Cafiaspirina o algunos Genioles, para remendar el dolor de cabeza que causaban el hambre o el vino.
Hoy, las farmacias del centro están enrejadas, y de noche te atienden con cuentagotas por un agujero abierto en la cortina metálica.
La magia de Cóppola captaba otra Buenos Aires céntrica. Más bucólica y desprevenida, en la que podías caminar entre la sombra sin peligro de robo con seria amenaza de muerte. Más allá de ese centro educado y parsimonioso, abundaba la precariedad. En el ´36 gobernaba en la Argentina el general Agustín Pedro Justo gracias al fraude y la proscripción Radical. La década del ´30 seguía siendo infame aunque en su Ecuador se apreciase ya un desarrollo de la migración interna desde la periferia hacia la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, camino a fábricas y talleres.
Muchos de aquellos cientos de miles de provincianos que año a año encontraban su lugar al sol de las urbes, entre las chimeneas de las industrias que sustituían manufacturas que antes se importaban, y los nuevos barrios obreros de humilde condición, alejados del centro, constituirían la base, diez años después, de un poder político nuevo, encarnado en la figura de otro General nada fraudulento para el voto popular.
Supongo que las farmacias que atrapó el arte de Cóppola atendieron desde entonces a mucha más gente. Sin embargo la instantánea del maestro, posee, cómo todas las suyas, esa magia lustrosa y plena de fascinación que nos atrapa el ojo, desatándonos la nostalgia por aquello que vivieron los que hoy ya no están, o los que quedan y partirán pronto...

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