Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

viernes, 14 de noviembre de 2008

HUGO CHÁVEZ Y LOS COMENTARIOS DE ENRIQUE KRAUZE

Escucho en Hora 25 el reportaje de Angels Barceló (vecina de Vilassar de Mar) al mexicano Enrique Krauze sobre Hugo Chávez, a raíz de la publicación inminente de un libro del autor, y no puedo menos que sonreír para mis adentros.

Resulta que este escritor (Director de Letras Libres y entre otras funciones literarias responsable de varios ensayos interesantes sobre México y América Latina), declara haber centrado su labor en los esfuerzos del populista venezonano por divinizarse, para así alcanzar la aún pendiente estatura de héroe.

Según Krauze no está a la altura de Fidel Castro y Guevara (guerrilleros en la Sierra Maestra) o Salvador Allende (caído en combate contra el golpe de Pinochet y sus adláteres). Ello le obsesiona, hasta el hervor de monopolizar el poder absolutamente.

Sin duda el problema, es que nadie, ni el dictador más absoluto puede darse ese lujo, pues ese lujo no es ciertamente humano.

Cuando hablamos de Stalin, Hitler, Mussolini o Pol Pot -poniendo unos pocos ejemplos entre los muchos asesinos seriales que detentaron enormes potestades en el siglo XX- personalizamos sistemas edificados por un bloque de poder con extensas ramificaciones en la sociedad.

La simplificación no exime que el caudillo carismático populista o el dictador genocida deba servirse de un entramado muy concreto de intereses, a los que a su vez está obligado a servir.

Creo, y ya lo dije en otro post, que el más claro precursor del mandatario venezolano ha sido Perón, y no los que el señor Krauze menciona.

Ambos alcanzaron el poder merced al desgaste (Perón) o rotundo fracaso (Chavez) de una sociedad política de corrupta entraña y escasa sensibilidad social.

Uno y otro hicieron valer sus jinetas como símbolo de firmeza ante los oligarcas de turno y sus secuaces en los partidos del arco parlamentario. Tampoco les faltó sensibilidad a la hora de emprender reformas (sindicales y asistenciales en el caso del criollo; asistenciales en el del venezolano), beneficiando a grandes segmentos de la población.
Krauze se lo admite a Chávez, a la vez que le enrostra encabezar un régimen cesarista de aspiración dictatorial especialmente corrupto. De paso, nos ofrece el contraste mexicano del populista honesto Lázaro Cárdenas, sin entrar en las menudencias que tras bambalinas consolidaban los corrompidos caciques del Partido Revolucionario Institucional (PRI), herederos nunca reconocidos oficialmente por el "Tata" (Cárdenas), aunque elegidos uno a uno para la Presidencia por el aparato partidario, seguido del cálido abrazo bautismal brindado por el patriarca en tradicional ceremonia pre electoral...
Detrás de un líder populista y prebendario opera sin variantes el ogro filantrópico que definió Octavio Paz, con la sabiduría que otorgan la experiencia y el genio cuando marchan juntos. Antiguo colaborador de Paz, no alcanza Krauze las cimas de su pensamiento ni su irrepetible calidad literaria.
Tampoco le llega el aliento de otros ensayistas que supieron explorar a fondo la compleja naturaleza del populismo.
Si este distinguido colega de fatigas hubiese leído mis tesis sobre Perón -partiendo de una tentativa y no contrastada base que alienta el cierto supuesto-, entendería que no hay régimen personal alguno que no cultive la corrupción y el saqueo de las arcas públicas en su huerto.
Para el caso, las diferencias entre populistas "buenos" y "malos" son aparentes en su real devenir. El fruto de las nacionalizaciones y reformas de Cárdenas consolidaron una burocracia estatal voraz y su monstruoso correlato partidario.
Cuando además niega la virtud del valor en su objeto de análisis (me refiero a Chávez), se equivoca de lleno el señor Krauze. Nadie enfrenta a la oligarquía nativa y el Imperio Americano disputándoles parte del botín, careciendo de valor. Otra cosa es que sólo el valor baste para justificar la paranoia de Chávez y la política actual de Venezuela; nación que vende petróleo en abundancia a los EEUU desde hace añares, pese a las algaradas de su charlatán mayor.

El entrevistado señala el factor con exactitud; aunque sin explicar por qué causa verdadera el exibicionista contumaz jalea a sus partidarios cómo si fueran estopa empapada en nafta con sus discursos incendiarios.

Perón, conspirador militar al igual que Chávez y ungido, cómo él, Presidente por el voto popular a lo largo de su carrera política, hacía lo mismo por igual razón.

A Chávez se lo exigen sus lugartenientes y el tinglado de funcionarios estatales enriquecidos con el petróleo, junto a los burgueses contratistas conectados en una forma u otra a esos beneficios. Vienen a ser los encargados de empapar en nafta la estopa social, favorecida por las mejoras gubernamentales en los terrenos de la sanidad y la educación. Apoyándose en masas agitadas espantan y desintegran al enemigo, agigantando de paso el fantasma del renovado golpe de Estado patrocinado por el imperialismo y los capitalistas vernáculos.
Sin petróleo, pero con el IAPI monopolizando el comercio exterior de los productos agrarios mediante un diferencial de compra y venta muy elevado que el Estado absorbía tentacularmente, el primer régimen peronista embolsaba y repartía entre sus socios (la clase obrera y sus burócratas, el funcionariado peronista y los burgueses livianos), esos beneficios. Perón fundó entonces su enorme poder; personal en apariencia; colectivo y dependiente en realidad del entramado.

El populismo latinoamericano de largo aliento, inaugurado por el brasileño Getulio Vargas -llevado a su máxima expresión política por el régimen peronista y repetido por Chavez hoy-, tiene su propia iconografía totémica; necesaria para sostener un sistema capitalista que regulan el Estado populista y sus beneficios.

Inversionistas de conveniencia, Perón, Chavez e incluso Vargas, han financiado candidatos limítrofes o continentales que luego llegaron al poder, sin perder de vista los tantos en política exterior o los negocios que en su favor realizarían luego los promotores. El previo y posterior coqueteo con déspotas de otras latitudes (incluido el difunto Saddam Hussein) responde a los mismos intereses; maquillados en extremo por incesantes bandos de hermandad y solidaridad ante las grandes potencias.

La declinación electoral de Chávez que señala Krauze, es la que en una forma u otra aquejaba al Perón de 1955. Ante ella no se advertía un fortalecimiento de la oposición; aunque sí una cierta recomposición política, favorecida por nuevos errores absolutistas atacando a la Iglesia, en un país católico de Fuerzas Armadas poco controladas.

Chávez no se enfrenta de lleno al clero, pero sus errores, la compacta enemistad de la clase media y cierto descontento popular ante groseras desigualdades entre los altos funcionarios, inevitables en su forma de gobernar, agrandan sin remisión las fisuras en la sociedad militar, estamento de origen que le salvó del pasado golpe de Estado, reflejando en cada etapa al conjunto de las clases sociales.
Por eso muchos oficiales de la primera y segunda hora abandonaron el chavismo, su actual endurecimiento y ansias de perpetuación, siguiendo la ruta de algunos intelectuales y ex consiglieri.

A Perón le pasó más o menos lo mismo.

El tronante entusiasmo del venezolano con el régimen cubano no sólo es propaganda. Chávez admira profundamente a Fidel Castro; sobre todo en el método empleado acumulando, consolidando y perpetuando poder.
Castro y los suyos afirmaron el absolutismo fundando un sistema de propiedad estatal en nombre del socialismo, que, asociado indirectamente a la insensata politica exterior de los norteamericanos, les permitió ejercer un poder incontrastable de tono antiimperialista hasta el día de hoy.

En su fuero interno, Chavez desearía poder imitar el modelo más allá de su propio "antiimperialismo", sin que la Historia ni la voluntad de sus compatriotas le acompañen.

La auto exaltación intenta reemplazar ese cepo de hierro que la economía y la tradición no otorgan a los senderos de Venezuela en el siglo XXI. La impuesta por el populismo glosa la enemistad y el enfrentamiento con los enemigos de la Patria, haciendo la correspondiente reserva de dominio moral y material sobre el patriotismo y quienes supuestamente lo acreditan, en forma excluyente.

Resulta prematuro profundizar estas leves observaciones sobre lo dicho por el señor Krauze a Angels Barceló, sin haber hojeado su libro. Confieso aguardar con cierta curiosidad el momento de hacerlo, señalando a mis lectores, que Letras Libres recibió hace ya año y medio los volúmenes sobre Perón, acompañados de amable misiva que -como era de esperar- no obtuvo gratitud por el envío ni señal alguna de reconocimiento.

No sería la primera vez que alguien guarde bajo tierra lo que algunos sepultureros vocacionales exhiben luego como fruto de su canto a la vida y la inteligencia...








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