Parece obvio que nos faltan Cóppola y su brillante pincel nocturno, propio de las lujurias visuales de los ´30, proyectadas en la cierta frialdad lustrosa y elegante del Art Decó.
La década del ´50 dibujaba para la calle Florida, en claro auge comercial desde 1913, un populoso escenario. En la Argentina, esos años asomaron rigurosamente partidos por la mitad entre el gobierno peronista y la revancha "libertadora".
La impresión de la presente instantánea no distingue uno de otro momento, pese a sus hondos contrastes sociales y políticos. En cualquier caso, Florida había dejado de ser la arteria chic del epicentro capitalino; la de Gath & Chaves, Harrod´s y el incinerado Jockey Club de Buenos Aires; pasto de hogueras peronistas. El pueblo llano la había invadido con proverbial desparpajo desde 1945, aportando costumbres espartanas y algo bullangueras en su palpitar.
Con poco lujo y mediando el tránsito de mucho pueblo, la arteria -parcialmente peatonal entonces- permanecía como un preciado símbolo del país próspero -que no ya el quinto en el concierto económico mundial- de una sociedad siempre convulsa aunque avanzada en líneas generales respecto a las restantes de América Latina.
Si bien no llegué a conocer la Buenos Aires de Cóppola, si transité en mis años mozos por esta otra Florida hasta los siniestros inicios de los ´80. La calle, siempre limpia y organizada en su comercio y servicios, seguía constituyendo una irresistible atracción del paseante y los que divagábamos entre la multitud que iba y venía.
En el primer plano de la foto destaco el anuncio de un "Cine Continuado". Era el "Novedades", sirviendo sesión continua hasta altas horas y desde muy temprano.
Allí se apiñaban los vendedores de comercio y los oficinistas haciendo la digestión antes de volver al yugo. El programa básico era idéntico al del quilmeño Cine Cervantes, sin el serial en episodios; reemplazado por "Sucesos Argentinos", El Panamericano" y el castizo "No Do".
Como baluarte de tiempos pasados contaba, entre otros bares y cafés, la Confitería Richmond, visitada per moi en una reunión que mantuve en el 2005 en busca de documentación con [el insufrible] Duilio Brunello a instancias de [el diligente] Rodolfo Décker, mientras remataba mis últimos capítulos del "Perón 2".
En muy posteriores periplos por Baires me salté las tardes de té y masas en la Richmond, sin dejar de comparar la Florida de otros tiempos, con éstos.
De ellos ya documenté la intermitente visión del desamparo social en cada esquina y la indefensión de la niñez. Respecto del que ahora preside el post, cuentan el gentío y sus trajines invadiendo como entonces la calle famosa. Pero los viandantes van peor vestidos, luciendo mayor estrés.
Las escenas de miseria emparentan en cada tramo y sobre todo en horas nocturnas, el recorrido por la montevideana Avenida 18 de Julio, y otras calles céntricas en Perú, Bolivia, Paraguay, Ecuador y Colombia, o lo peor de nuestras Ramblas barcelonesas.
De ver la luz y captarla otro Cóppola joven, de seguro no sería el mismo ni apuntaría las mismas cosas. Tampoco si otro escritor vagabundo, con medio siglo menos en sus alforjas comparase, lo que hoy hay, con la memoria larga y siempre inquietante del pasado...
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