Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

domingo, 23 de noviembre de 2008

HUGO CHÁVEZ Y SU DELIRIO

En el curso de la semana que mañana se inicia prometo leer y analizar lo que el señor Krauze escribió sobre Hugo Chávez.

De momento, sus declaraciones en varios medios vinculan su gestión populista a la gran amistad con el régimen cubano y Fidel Castro. Perón no aparece por ninguna parte, siendo, afirmo, el modelo que el venezano adopta por imperio de su propio origen, y las presentes circunstancias, nacionales y geopolíticas que vive la República de Venezuela.

Lo que caracteriza el populismo de Chávez es un respeto parcial por el capitalismo y la propiedad privada, subordinándolos políticamente a su gestión, paternalista y asistencial para con los sectores sociales más rezagados. A ellos se agrega la enorme corrupción funcionarial de su aparato político y gubernamental.

Juan Perón realizó otro tanto entre 1944/55, mediante un régimen militar de facto, útil como ensayo de lo que luego implementaría más extensamente desde la legalidad que otorga el voto popular.

Tanto Chávez como su maestro criollo, brotan de las entrañas del Ejército guardando pocos lazos con su plana mayor; aunque sepan valerse de altos oficiales para ganar terreno en las Fuerzas Armadas. El rotundo fracaso de la sociedad política en pleno facilitan el raid hacia los votos y el pleno ejercicio del poder.

No es el caso de Fidel Castro y su hermano, sucesor aparente del canijo Comandante y ocasional baladista oriental. Los Castro, hijos de un hacendado azucarero y agitadores profesionales desde su juventud, alcanzaron el poder tras dar el golpe de gracia al descompuesto Ejército batistano y su policía nacional.
A la inmediata institucionalización del Ejército Rebelde la siguieron una serie de nacionalizaciones y socializaciones que culminaron con la entronización plena del comunismo en la Isla, a corta distancia del Continente y su mayor enemigo histórico.

La existencia de la URSS y sus satélites; junto la presencia de China, la guerra de Viet Nam, la emergencia del Tercer Mundo y una mala estrategia de los gobiernos norteamericanos consolidaron el experimento.

Nada de esto se observa en Venezuela; país de cierta tradición liberal. Y los actuales procedimientos del señor Chávez, de humilde origen, pese a la cháchara socialista que enciende sus baladronadas, entronizando de la boca para afuera la maestría revolucionaria del anciano en chándal, importan muy poco a efectos prácticos.

Sin ídolos a la vista en su primer camino al poder, Perón- otro hijo de la periferia y el mestizaje- actuó desde el comienzo implementando medidas sociales de corte ministerial, que impulsaban la organización de sindicatos obreros.; a la vez que situaba en su punto de mira al imperialismo norteamericano exaltando el orgullo nacional.

Chávez secunda el procedimiento, haciendo del mismo el verdadero eje de su política, mientras les vende petróleo y compra armas a la Rusia de Putin, o estrecha evanescentes lazos con Irán.

Sin embargo, la propiedad privada existe. También el Ejército del que salió un día camino al poder político. De poco valen entonces los ya menguantes ingresos petroleros, o los patrocinios y padrinazgos vecinales del ecuatoriano Correa y Evo Morales para perpetuar su égida.

Perón ensayó una estrategia de unidad latinoamericana basada en la hegemonía argentina enfrentada a los EEUU, apoyándose en medios materiales propios que también menguaban al iniciarse los años ´50. Los delirios del argentino y sus laderos en las esferas de poder y los sindicatos toparon con el creciente descontento de la sociedad civil ante el retroceso económico, y la agitación golpista en un estamento militar que nunca controló del todo.

Las corrupción venezolana no se detuvo con Chávez; sólo cambió sus beneficiarios. Con su maestro criollo ocurrió otro tanto, pese a los logros sociales, en cualquier caso muy superiores a los del primero.

El deterioro en las exportaciones de carne y trigo se dejó sentir en la Argentina de Perón, tanto como ahora ocurre con el oro petrolero, sometido por imperio de la crisis mundial a valores de barril que igualan cifras del pasado.

Sin base material sólida ningún experimento es viable. El régimen cubano sobrevivió hasta hoy merced a su naturaleza comunista y la longevidad de un tirano que forma parte del inconsciente colectivo. También operaron en su favor las políticas educativas y el sistema sanitario, privilegiadas en el concierto económico. El vecino horizonte de un continente sureño plagado de miseria y polarización social hizo el resto.

Venezuela es otra cosa. Sin duda alguna costará a su población salir de esta nueva encerrona, que prolonga otras previas a lo largo de su agitada existencia como joven nación. Pero a mi juicio, y a tenor de su fracaso en la tentativa electoral por perpetuarse, los días de poder del ambicioso caudillo están contados.

El imaginario populista y sus delirios patrióticos y sociales operan en especiales circunstancias, gracias a mecanismos articulados por el azar de la Historia. De nada valen las algaradas de sus principales actores si esos mecanismos chirrian, como los engranajes mal aceitados víctimas de la oxidación y su herrumbre.

Los Castro, hijos de hacendado, hicieron de la isla del caimán su propia hacienda, favorecidos por el respaldo del Kremlin y el antiamericanismo de muchos latinoamericanos. El comunismo les vino de perlas para consolidar posiciones que el previo nacionalismo de izquierdas no podía asegurarles.
Al igual que el coronel Perón, el comandante Chávez responde en cambio a su formación militar realizada en el seno de un Ejército respetuoso -en última instancia- de la propiedad privada de los medios de producción.

Hasta en la revuelta cívico militar que casi los depone (le pasó a Perón en octubre de 1945, días antes de la restauradora jornada del 17), se parecen uno y otro. Ambos renunciaron entonces a pelear. El criollo se largó diez años después ante otro intento más feroz, para retornar viejo, jaqueado por la mala salud y el creciente trastorno ciudadano, tras dieciocho años de exilio.

A Chávez, rescatado por las masas y un sector de la milicia en el primer envite, le aguarda un destino semejante. Es de esperar, eso sí, que la cordura consiga evitar la sangre, a pesar del panorama en ciernes que dibuja la sociedad venezolana.
Los dictadores, vengan de dónde vengan, terminan todos igual, en el fondo y la forma, víctimas de sus propios delirios. Lo malo es la huella de sangre y dolor que esparcen en el área donde una vez sentaron sus reales...



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