La
bronca Aznar-Rajoy, es la de dos personajes siniestros que han
colaborado codo a codo en la edificación del partido político más
corrupto de la Europa occidental.
Ambos son neoliberales obedientes
al dictado alemán, y partidarios de saquear las arcas públicas metiendo
la mano en los bolsillos de los ciudadanos, con quitas e impuestos
abrumadores.
A Aznar se le deben unas cuantas
atrocidades. La mentira que esgrimió con las "armas de destrucción
masiva" en Irak, metiendo a España en la invasión criminal, es una de
ellas. La Ley del Suelo que disparó la burbuja inmobiliaria es otra
perla negra, entre otras como la "Trama Gürtel" de su Partido, con
tesoreros ladrones, que respaldaron en contante y sonante los
constructores y empresarios de siempre, buscando negocio garantizado sin
pasar por el obligado concurso público.
Rajoy y Aznar viven como
reyes, gracias al doble sueldo, las prebendas y algunas mieses
colaterales. Esa buena vida se extiende a toda la cúpula del PP, los
miembros de los antiguos gabinetes, y el actual.
El contraste con
seis millones largos de parados, y la miseria o precariedad que acosan a
buena parte de los ciudadanos, parece evidente. Es de lo más sencillo
obedecer a Berlín y Bruselas imponiendo draconianos sacrificios,
mientras se vive de coña, estableciendo desde núcleos de poder múltiples
negocios privados con intereses del correspondiente sector, a expensas
de la sanidad y la educación públicas, o lo que queda de ellas.
Lo
que resulta penoso de esta riña entre dos gallos viejos y desplumados,
es la ausencia de alternativas cercanas que prefiguren acabar, de una
vez por todas, con esta monumental podredumbre oficial, de la que el PSOE
forma parte, ofreciendo al miserable individuo que gobierna este
país,"la ayuda" de un pacto en la presente circunstancia.
Ante el ataque
del terodáctilo expresidente al dinosaurio de La Moncloa, tampoco
faltan mensajes solidarios como el de Durán i Lleida (¡vaya uno!), y
múltiples respaldos desde dentro y fuera del PP.
Todo esto llevó a
un cierto estado de felicidad a Rajoy, sonriente y hasta festivo en la
posterior rueda de prensa. Es lógico. Pocos en la formación desean
cambiarle por el Presidente Honorario, y la razón es simple: más vale
aferrarse con uñas y dientes a lo que hay, ante la que se viene.
Aunque el poder tangible no sea ya el de quince meses antes, y se siga corroyendo a una velocidad tan aterradora, como proporcional a los
destrozos que causa, día tras día en el devastado cuerpo social.
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