Deseo
que pronto, algún sucedáneo justiciero de "Demoscopia" o el "CIS"
registren un "ranking" sobre los hijos de puta que hay en este país. Y
veo asomar nombres prominentes, de gentuza que la gran mayoría de
ciudadanos puteamos en privado.
Es tal el grado de putrefacción al que llegaron la política y la economía en estas jornadas de noche y niebla, que los nombres
y apellidos, desde las más altas instancias, hasta las medianas y las
bajas, van floreciendo en hogares, calles y plazas como frutos podridos
del árbol de la crisis. Pródiga en paro, recortes, despidos y
desahucios, sin que falten los monumentales saqueos del erario público
de los que, mientras tanto se forran. La mayoría impunes, o con largos
procesos de laberíntico curso e impredecible final.
No daré nombres.
Ni falta que hace. Sabemos quiénes son, y lo que seguirán perpetrando
con toda impunidad si no les paramos los pies.
Lo que les
distingue, es un discurso perverso desde el que justifican cualquier
latrocinio en nombre de España, de Europa, del déficit, y hasta de la
moral. Son justamente quienes carecen de ella, remitiendo los viejos y
nuevos delitos a la presunción de inocencia, y la eterna judialización.
Obran con total desparpajo. Cómo si las leyes fueran un escudo privado
de quienes las tuercen, en vez de instrumentos públicos que, en
cualquier democracia deben servir a la igualdad de todos frente a las
mismas.
Por ahora, los hijos de puta figuran en este "ranking"
espontáneo. El más fiel de todos, a la hora de la verdad y su imperio.
Sumarle una medición ajustada y pública del largo listado es otra tarea
pendiente.
Tal vez la del escrache ampliado e impreso, que
oficialice lo que millones de voces cantan a diario, con la ira en
aumento incesante, ante tanta desvergüenza criminal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario