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miércoles, 4 de noviembre de 2009

LAS MADRES Y ABUELAS DE MAYO: EL IMPERIO DE LA VERDAD

Estela Carlotto, titular de "Abuelas", reunida ayer con Martín Amarilla Molfino, de 29 años, hijo de detenidos desaparecidos; el nieto número 98 recuperado por la entidad, y otros actores sociales.
Una vez más triunfa la verdad por sobre la espesa trama de mentiras y vergonzosa concupiscencia con los latrocinios del Proceso y el empeño silenciador de sus cómplices seudo democráticos.
Fue esta vez Martín quién se presento voluntariamente ante las abuelas, tras investigar durante dos años su verdadero origen, reclamando su identidad. Había nacido en cautiverio tras el secuestro de sus padres, perpetrado hace treinta años. Como en la mayoría de los robos de bebés, Martín padeció la entrega a miembros de los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas (para el caso el Ejército).
Las madres y abuelas de Mayo fueron vanguardia en épocas dictatoriales, cuando la vida de alguien no valía nada si los jerifaltes que usurpaban el Estado imponiendo el terror, decidían su naturaleza "subversiva".
Su ejemplo conmovió al mundo, constituyéndose en uno de los factores que más erosionó el omnímodo poder dictatorial. El combate diario durante largas jornadas de opresión y silencio les costó víctimas. Lejos de arredrarse, siguieron adelante, mientras las entidades humanitarias y los organismos internacionales comenzaban a brindarles su apoyo.
El precedente sentado se proyectó a otros países y diversos ámbitos.
Parece claro que sin ellas, el clamor de libertad y justicia no sería hoy tan estentóreo. En los juicios a los responsables de la dictadura y sus principales lugartenientes, celebrados en tiempos de Raúl Alfonsín, la fuerza inspiradora de las madres y abuelas de Mayo -al que luego se sumaron los "Hijos"- quedó implícita.
Luego llegaron los infames turnos y entramados políticos de "Obediencia Debida" y la abstrusa ley del "Punto Final", sin que las Madres, Abuelas e Hijos cejaran en su labor de búsqueda de la verdad (pues los principales responsables del genocidio de 30.000 personas jamás admitieron sus crímenes) y el rescate de los bebés cedidos "humanitariamente" a los asesinos de sus progenitores ("Derechos y Humanos", según propaganda de la época).
Otros tiempos son los actuales. Si bien los Kirchner lejos están de constituir el paradigma moral que honra la Democracia más avanzada, han facilitado la defunción de las dos gravosas leyes que vedaban la memoria histórica, reinstalando el mecanismo de juicios y cárcel para los responsables de secuestros y asesinatos.
Es un triunfo objetivo de la verdad y la justicia que rebasa temporales poderes, acreditada en primera instancia al esfuerzo indoblegable de estas Madres, Abuelas e Hijos.
También guardan méritos todos aquellos que, desempeñando funciones legislativas, partidarias o periodísticas, han acompañado a sus principales actores. El respaldo de organizaciones humanitarias del exterior y algunos gobiernos ha partido de este reconocimiento, atribuíble a lo mejor del pueblo argentino.
Así, mientras Martín recupera plenamente su identidad, el ex General y póstumo dictador procecista, Reynaldo Bignone, de 82 años, diluye la suya de "heroico guerrero sanmartiniano" tras los barrotes de una cárcel.
No es el único ni será el último en caer; aunque el fin de la vida esté cerca. Augusto Pinochet vivió lo suficiente para acreditar la experiencia del descrédito universal. Otros (como Roberto Eduardo Viola o Leopoldo Fortunato Galtieri) han muerto. Jorge Rafael Videla y Emilio Massera lo experimentan aún. En el ocaso, Bignone, ex jefe del tenebroso acantonamiento de Campo de Mayo y último dictador militar del siglo XX en la Argentina, se une al grupo de pertenencia.
Para ellos no cupo ni cabrá la soga de Nüremberg. Aunque bien sabemos, hay otras formas de morir.
La peor, en el pozo negro de una consciencia criminal; que no es poco...

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