Apoyado su real trasero sobre un viejo escritorio, Juan Carlos Borbón desgranó anoche las bulerías reales de siempre, reiterando obviedades que en la ocasión han vuelto a manifestarse. Primera y fundamental obviedad: la clase política actual está más unida de lo que parece. PP, PSOE, CiU y UP y D obedecen a Berlín y Bruselas en lo esencial. Con ello acuerda plenamente este decrépito monarca, igual que en los lamentos de cocodrilo sobre lo que padecen "muchos españoles". Esta vez no habló "de la igualdad ante la ley". Faltaría más, con su yerno, el chorizo Urdangarín, en la mesa Navideña de La Zarzuela, auspiciando que no pise la cárcel por tácito "real decreto".
Hay que entender que, cuando este señor lamenta la desafección ciudadana "sobre la política", se solidariza con las fechorías de estos políticos; sus amigos de tantos años por obra y gracia de la "Transición".
En las calles y desde los lugares de trabajo, millones de ciudadanos se manifiestan a diario aggiornando otra política muy diferente. Aquella que la Ley Fundamental enuncia y tantos desconocen en el Gobierno y la complaciente oposición. Sobre el punto, ni una palabra. Bien sabe este cazador de especies protegidas que la protesta popular no lo exime de la crítica y la desafección creciente hacia la Monarquía Constitucional, pactada con los fascistas para ser cumplida muy parcialmente durante unos años. Cuando las palabras vanas surtían un efecto aletargante, preparando el desastre actual...
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