Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

martes, 25 de octubre de 2016

MACHISMO

Durante años, él salía de casa esperando que al volver de la oficina, todo estuviera en orden, a saber, la cena humeante en el plato, las camisas planchadas en el placard, y las piernas de ella bien abiertas a su virilidad. Ritual seguido con puntual unción, los días y las noches, feriados incluidos. Pero una aciaga víspera, de cielo sin estrellas, advirtió la ausencia de la cena humeante en el plato, las camisas bien planchadas en el placard y las piernas de su mujercita, bien abiertas en la cama, aguardando su bendición seminal. Lo peor del caso, era que tampoco estaba ella. Inquieto, la buscó por doquier en los rincones del caserón, la vecindad o en la casa de los parientes. Nadie la había vuelto a ver, ni las pesquisas policiales, ni sus ardientes deseos de encontrarla dieron resultado alguno. Sencillamente, se había ido quién sabe dónde, para no regresar jamás. Desde entonces, comió salteado y mal en cualquier restaurante, circuló por el mundo con la ropa arrugada, y hasta se masturbó todas las noches soñándola en sus brazos, aprendiendo a besarla en el imaginario, sano deporte emocional aparcado en el brumoso recuerdo del noviazgo juvenil. Los intentos por reemplazar al abnegado ángel, que como tantas mujeres nació para recibir órdenes y servir al amo, fueron infructuosos. Con sesenta años cumplidos, y sin hijos que jamás quiso su egolatría, el rol de señor feudal del hogar quedó remitido a una jubilación, en la que debió conformarse con dar pienso a las palomas, sentado en el parque más cercano, aguardando el féretro, o volar,-solo en el viento post motem-, convertido en cenizas.

No hay comentarios: