Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

viernes, 13 de mayo de 2016

UN MODESTO DRAMA DE ALDEA

La tragedia de Pedro Sánchez radica en la pérdida acelerada de sus ilusiones. Fue patrocinado en el PSOE por Felipe González y José Bono gracias a su apostura de deportista, unida a la discreción. Le recordamos casi silencioso en las tertulias de 13TV, patrocinadas entonces por Pedro J. Ramírez. Parecía tan insustancial como José Luis Rodriguez Zapatero antes de ser promocionado. Tampoco a él se lo recordaba como diputado destacable. La diferencia estriba en que uno llegó a ser Presidente durante ocho años, y el otro no lo será jamás.
Como candidato, despuntó humilde, en medio de una desconfianza generalizada. Había desplazado a Eduardo Madina por ser más manejable. Recién con la cercanía electoral cobró cierto impulso aferrado a la patente de izquierdas. En el cara a cara con Rajoy se manifestó audaz como pocos políticos, echándole en cara su corrrupción. Semejaba el candidato ideal para despegar al socialismo de su colaboracionismo aletargante, marca Rubalcaba. Pero a sus espaldas, planeaba la sombra de un González más corrupto que nunca, y resuelto a forzarle un giro a la derecha, respaldado por los atávicos barones de origen rural, capitaneados por otra aparatchik: la andaluza Susana Díaz, presidenta de la comunidad gracias al balón de oxígeno de Ciudadanos. Con noventa diputados el 20D, el PSOE ensayó calcar la fórmula de Díaz, Aliándose con la formación arcaica y profascista de Albert Rivera. Allí mismo, Sánchez, cambió el discurso de Gobierno de izquierdas por el de progreso transversal, según el que, Podemos e IU debían callar, aceptar y obedecer, votando su investidura y un programa neoliberal, impuesto en un 80% por sus socios. Sánchez comenzó a ser rechazado desde entonces, batiéndose en dos frentes: el de la izquierda y su propia ala derecha. Y a la última entregó su destino, pese a no reunir más que 130/31 diputados en las dos fallidas investiduras. Si hubiera escogido el frente con la izquierda, hubiera llegado a los 164, pero no sería Pedro Sánchez. Desde entonces su semblante se muestra hierático, acentuando lo más cavernoso de sus mejillas. En vez de atacar al PP, se centra en Podemos y las confluencias, pese a los reiterados envites de Pablo Iglesias. Incluso, llegó a autocriticarse por sus "Excesos para con Rajoy", bebiendo el cáliz envenenado de los suicidas.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los pilotos kamikaze se inmolaban con orgullo contra sus enemigos y sus portaviones. Era el Código del Bushido, no el de sujetos como él, extraídos de una vulgar tertulia de derechas por un mercader y ex Presidente, en la desdichada España del siglo XXI.
Es el objetivo perdedor de su formación y de él mismo, herido en su estúpido narcisismo de español poco cultivado. Los de su equipo en Ferraz acreditan el mismo talante suicida. César Luena, su mano derecha, parece un retrasado; Antonio Hernando se acerca a la marca. Los arrollará, una vez utilizados, la Esperanza Aguirre de un PSOE con menos votos de los que todos ellos aguardan. Lo que reste, serán sus huesos mondándose al sol.

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