Los desahucios se multiplican en España, y con ellos avanzan raudas la enfermedad y la muerte. El suicidio reciente de un propietario acosado por la banca va sumando a la crónica negra su rasgo social del presente, sin que los poderes públicos hagan otra cosa que manifestar su indiferencia, recubierta de falsos lamentos.
La cruel y devastadora política económica busca culpables en la deuda española y sus acreedores, mayoritarios en Alemania y Francia. Pero los verdaderos asesinos y destructores del bienestar social están entre nosotros, asomando la cresta en los noticiosos y primeras planas de los periódicos. Cualquier semejanza con auténticos seres humanos desborda la piel, para adentrarse en almas sin escrúpulos que deben pagar por lo que están perpetrando a cada segundo en este país que no pertenece a todos, sino a unos pocos...
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