Hace ya algo más de treinta años que retorné a España. Para mi suerte, dediqué buena parte de mi tiempo a viajar, leer, y luego a escribir, acopiando materiales impresos, visuales y sonoros de extraordinario valor. Ahora, esta crisis me encuentra bien pertrechado, no en bienes materiales, sí en riqueza interior y buena compañía.
Europa me permitió conocer otras tierras y gentes. Publiqué seis libros, redactando otros seis que aún no vieron la luz- inconveniente menor, que debo a los agentes literarios y editores españoles-, además de redactar muchos artículos en un blog, llenando cantidad sideral de renglones e imágenes, o música en la red. Con mi mujer somos grandes camaradas. María Aparecida es culta y entrañable persona. En parte se la debo a Facebook. De conjunto y en el fondo, creo que nos debemos al esfuerzo de uno y de la otra. Ella dictó durante treinta años clases sobre Literatura Hispanoamericana en la Universidad Federal de Río de Janeiro. Hoy me decía:
"Somos dos ciudadanos del mundo y extraños en cualquier parte." Es verdad, porque, a medida que creces interiormente asimilas mundo y te vuelves diverso".
Es lo que refuerza la identidad, vinculándote a lo más interesante de las personas, su valor humano. El que no conoce otras fronteras que las del hondo sentir, distantes de aquellos que no sienten ni entienden nada. Crecer es ganar algunos amigos y muchos enemigos, por lo general ubicados en posiciones estratégicas. Ellos son los guardianes del penal, que administran los sentimientos light y su cultura correspondiente en todas las esferas de actividad.
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