Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

miércoles, 17 de marzo de 2010

LA SINIESTRA OBSESIÓN IMPERIAL.


La conquista de Amèrica según Diego Rivera.

El centimetraje que los periódicos españoles brindan a las violaciones de Derechos Humanos en Cuba y Venezuela contrasta con la escasísima mención de casi setenta países que perpetran violaciones constantes y de enorme magnitud. Éso sin contar las tertulias radiofónicas y espacios televisivos entregados a la labor. Desplazar la sintonía radial a emisoras como La Cadena Cope, Punto Radio, ES Radio, Intereconomía u Onda Cero en las mañanas es someterse a un bombardeo permanente, simétrico en las noches de TV y en varios sitios Web, YouTube, Facebook, Menémame, etc, etc.

La actitud belicosa de personajes como José María Aznar y otras prominencias del conglomerado derechista en las esferas políticas no hace más que echar leña al fuego. Ahora se ha sumado un Juez, que dice tener pruebas de la colaboración entre ETA y las FARC colombianas, facilitada por altos funcionarios venezolanos de origen vasco, a las que no sería ajeno el Presidente Chávez.

Cualquier condena dirigida al régimen cubano basada en la defensa de los Derechos Humanos me parece justa. Al borde de sepultar otro huelguista, los Castro representan un sistema opresivo y deleznable; ya en las antípodas de sus remotos orígenes, allá por 1959.

Pero Venezuela, ciertamente afectada por el populismo gubernamental y marchando hacia una peligrosa deriva dictatorial abierta, no es un país comunista, ni el asesinato o el terror de Estado una práctica ejercitada a los niveles de la propia Cuba, Colombia, Honduras, por razones de descomposición política y social México, China, Corea del Norte o Irán.

La obsesión de la derecha española y sus tentáculos mediáticos con la Cuba castrista o Venezuela radica en un viejo síndrome, actualizado por el poderío económico y las inversiones realizadas en varios países americanos en los últimos 20 años: el de la Conquista.

A esa derecha no le preocupan el marroquí Hassan o los tiranos de Guinea, Argelia, Myanmar, Siria, Egipto, Libia o el Congo. Cuando se refieren a Rusia lo hacen tangencialmente por respeto a su abandono del comunismo, olvidando las constantes violaciones de los DH contra las restantes repúblicas vecinas y los disidentes internos.

De China, sometida por un régimen brutal y sanguinario en el que hasta los condenados a muerte pagan el tiro en la nuca financiando el proyectil, se menciona su extraordinario crecimiento (no el que cientos de millones vivan en la precariedad, sometidos a la vigilancia y censura constantes). A la democracia criminalizada de Colombia -si bien mitigado en algo el terror de Estado en los últimos tiempos- se le otorga muy buena prensa, contrariamente al proceder que se adopta con la República Bolivariana.

Anteayer, Hugo Chávez, además de defender a los vascos que Felipe González deportó a Venezuela en los ´80, desde tiempo atrás naturalizados y afincados en su territorio, amenazó con recortar a España el petróleo y el gas, blandiendo la siempre dispuesta amenaza expropiadora para las empresas allí radicadas.

Es lo último que nos faltaba para remontar la seria crisis económica que nos efecta.

Por otra parte debo dar la razón al Presidente -independientemente de las intenciones que le guían excitando la agresión externa; típica en el código populista- cuando esgrime nuestra condición de viejos conquistadores intentando revalidar glorias infamantes.

No todos los españoles compartimos semejante estado de ánimo ni tales principios. La obsesión que persigue a la derecha lepenista, heredera auténtica del legado franquista y empeñada hoy en liquidar al Juez Garzón o hundir a Zapatero, es la siniestra obsesión imperial que procura ocultar nuestra real insignificancia. Durante décadas hemos vivido del turismo y el ladrillo. Ahora la crisis económica nos ha devuelto a la realidad. Éramos la octava potencia mundial; hoy resulta que la décima. Sin embargo, en materia humana seguimos clavados en el subdesarrollo cultural. Una cosa llevó a la otra. Y de todas debemos salir, con mucha autocrítica y matando una por una las tan rancias obsesiones.

Siniestras y contraproducentes en cualquier orden.

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